Por: Augusto Chacón (Imagen: jaliscocomovamos.org)

Me parece, creo, supongo, me han dicho, el otro día supe, siempre es lo mismo, las cosas están peor o las cosas están mejor. Estas expresiones forman las conversaciones cuando el tema es alrededor de lo que nos es común; la política, la inseguridad pública, la corrupción o nuestras vidas en relación con otras. Al cabo, reconocemos dos vías para recibir los datos que ponemos en el nicho de lo fidedigno: la de nuestra experiencia personal, o lo visto, como solemos decir con un énfasis innecesario y gramaticalmente incorrecto: con nuestros propios ojos; la otra es la que recorren las fuentes de información que tienen nuestra confianza, medios de comunicación, amigos, vecinos, el señor de la tienda y las redes sociales.

Sin embargo, con todo y la voluntad por ser selectivos con las noticias que recibimos, solemos participar en el diálogo desde: me parece, creo, supongo que, supe, porque es el mecanismo natural para construir la narración de lo que llamamos la realidad, que, lo sabemos, no es una sino muchas: de narrador en narrador, hombre o mujer, porque a lo que desde fuera nos llega agregamos lo nuestro: prejuicios, saberes, ignorancias e interés propio, incluso el de no parecer interesados.

El asunto es que ya con nuestra postura bien firme, generalmente atendemos sólo lo que confirma nuestra opinión y desestimamos, así sea inconscientemente, aquello que la refute. De lo que se sigue la cancelación del diálogo o al menos la dificultad extrema para que sea provechoso, dejamos de argumentar, de escuchar, de aprender y luego reaccionar, porque el afán es que quien nos oiga se convenza de lo que a nosotros nos convence.

Esto es más evidente en las redes sociales, en ellas, en buena medida, las consideraciones y razonamientos se tornan invisibles pues por sobre ellos está el impulso de tomar partido; de lo que se sigue que el triunfador no sea quien expone sus pareceres inteligente y comedidamente, sino el bando que acumule más, más que denuesten, que injurien, que alcen la voz. Podríamos parafrasear: no me digas qué piensas, dime cuántos likes tienes.

Lo sé, generalizo. Hay salvedades. Reconozcamos que no son las que brillan en el territorio hostil de las redes sociales.

Pero el garlito no es nuevo; durante muchos sexenios hemos escuchado a gobernantes afirmar que el pueblo está con ellos porque sólo ellos saben lo que el pueblo quiere y necesita, a pesar de que nunca muestran cómo llegaron a tal conocimiento; lo curioso es que la consecuencia de conocer al pueblo como nadie, es que el erario quede a su merced. Una plaza llena la tornan sinónimo del amor que el país entero les tiene; los diputados en aplauso rabioso a favor del del presidente equivale al aval ético más alto, incontrovertible, sin que expliquen por qué, vale simplemente porque ellos y ellas aplauden.

Para no hacer el juego a quienes hablan desde su conveniencia, sin rendir cuentas, no pocas instituciones de educación superior, centros de investigación, órganos empresariales y organizaciones de la sociedad civil, hace más o menos veinte años, salieron a la arena pública a esgrimir datos, también información, de muchas áreas, en una especie de: que no le digan, que no le cuenten. Por supuesto, algunos lo hicieron para sus fines, pero otros, bastantes, para mejorar la sociedad y a sus gobiernos. Jalisco no ha quedado al margen, al contrario: la interacción, aquí, entre sociedad civil organizada, incluida la que atañe a grupos de la iniciativa privada, universidades y gobiernos, es intensa.

Podemos mencionar efectos de esa puesta en común, meros ejemplos: la Vía Recreativa, que ya ronda los quince años; el movimiento ciclista y sus secuelas, ciclovías y Mi Bici. También tenemos lo que está aún por terminar de cuajar o los temas que nunca llegan a un punto en el que podremos considerarlos acabados y que permanecen en la vitrina gracias a demandas que surgieron desde la sociedad y que los poderes tomaron, a veces a regañadientes y por encimita: el desarrollo regional; la reflexión, sin grandes consecuencias aún en el territorio, sobre desarrollo urbano, que ya tiene forma en el Instituto Metropolitano de Planeación; el Sistema Anticorrupción; el bienestar social, al que Corporativa de Fundaciones ha añadido datos y coordenadas; lo electoral, la transparencia; la defensa de los derechos humanos, en laquela sociedad civil, como Cepad y el Iteso, no ha dejado de lado su lucha; la batalla de las mujeres por la igualdad, que desde el gobierno de repente da tumbos, por suerte Cladem es un referente y, por último, con todo y que la lista no se agota con esta muestra, las y los desparecidos: sin la intervención de la sociedad civil, Por Amor a Ellxs y Fundej, el estado seguiría, paradójicamente, desaparecido, y le resta un buen trecho para emparejarse con la primera.

Es justo mencionar que muchas instancias de la UdeG han sido parte nodal de movimientos sociales, así como de la UP, la UNIVA y el TEC.

Pero hay un elemento más, aglutinante de este modelo para armar que llamamos gobernanza: los medios de comunicación. Sin la luz que echan a lo que la sociedad aporta, los gobernantes podrían ceñirse al clásico del priismo de los noventa del siglo pasado: ni los veo ni los oigo.

Y con todo y que no es poco lo conseguido, apenas comenzamos: el exceso de visibilidad de algunas instancias, oficiales o ciudadanas nos lleva a no reparar en que, de escuela en escuela, colonia o barrio, en toda pequeña ciudad, en los pueblos, hay personas que se organizan para resolver sus problemas y exigir que quien tiene el presupuesto y el poder atienda eficazmente su responsabilidad.

Hay gente organizada a favor de cada grupo vulnerable, indígenas, niñez, discapacitados, migrantes, cómo no mencionar a FM4 y a la Iglesia Católica. El trabajo de tantos y tantas hace una diferencia, de rango vital, para muchísimas personas y provee datos.

La comunicación que en Jalisco hay entre autoridades, universidades, sociedad civil organizada, no siempre tersa, de pronto con distanciamientos y desconfianza, ya no está como para que unilateralmente, como pasa por estas fechas con el gobierno de López Obrador, se interrumpa; aquí es, debe ser consustancial al acto de gobernar y asimismo al de ejercer la ciudadanía.

Jalisco Cómo Vamos es parte de esto, por varios de sus programas, pero primero por su Encuesta sobre Calidad de Vida en Guadalajara: qué opinan los individuos de su vida, cómo la valoran, qué, del gobierno a la movilidad y de la seguridad a la educación, tiene más peso para las malas o las buenas condiciones de la vida en esta urbe. Más allá de creo, me parece, intuyo, Jalisco Cómo Vamos expone la opinión de 2,440 habitantes de Guadalajara, mayores de edad. Ya está disponible (www.jaliscocomovamos.org), representa parte de los saberes que la sociedad civil organizada aporta para el debate de lo común: del otro lado de la política, así nos vemos las y los tapatíos.