• Columna de opinión.
  • Escrita por: Oscar Miguel Rivera Hernández.

¡Hola! Nuevamente, yo aquí compartiendo una reflexión, análisis o impresión, según la perspectiva que le vean, sobre, la polarización, incertidumbre y manipulación que provocan las encuestas y apuestas, ante la duda de la legitimidad del sistema electoral en Estados Unidos.

En un contexto de crecientes tensiones y apuestas financieras sin precedentes, las elecciones presidenciales en Estados Unidos han escalado a niveles sin precedentes en la era de la desinformación y polarización.

Donald Trump, nuevamente como candidato republicano, representa para muchos una posible amenaza, no solo política, sino también social, mientras que Kamala Harris, en su ascendente popularidad, encarna la posibilidad de una alternativa ante la decadencia percibida en el estilo de liderazgo que caracterizó. La administración anterior de Trump.

Desde que Trump anunció su candidatura en 2016, la retórica ha sido su arma preferida para conquistar a un sector específico de la población. En ese momento, prometió un “muro” que detendría la migración ilegal y que supuestamente pagaría a México. En la realidad, solo se completaron alrededor de 600 kilómetros del proyecto, y la idea de que México asumiría los costos no fue más que un espejismo mediático. A la par, su promesa de eliminar el programa DACA, que protege a jóvenes inmigrantes, fue bloqueada en los tribunales, y su intento de derogar el fracasó Obamacare.

La economía tampoco experimentó el crecimiento prometido; en cambio, la deuda nacional aumentó, y la pandemia del COVID-19 demostró la incapacidad de su administración para manejar una crisis de salud pública de tal magnitud.

Estos incumplimientos y fracasos no solo exponen una falta de capacidad para concretar sus promesas, sino que ponen en entredicho su liderazgo. En este escenario, Kamala Harris se presenta como una alternativa que ha comenzado a resonar incluso en círculos tradicionalmente reacciones a un liderazgo demócrata. Este cambio de percepción se refleja en las recientes encuestas y, sorprendentemente, también en el mercado de apuestas políticas.

La reciente aprobación de los tribunales para permitir apuestas sobre el ganador de las elecciones ha desencadenado una ola de especulación financiera. En Interactive Brokers, los contratos a favor de Harris fluctuaban entre el 48% y el 50%, una muestra de confianza en su candidatura. Por otro lado, Polymarket ha visto cifras incluso mayores a favor de Trump, quien lidera con una ventaja de 54 a 45. Esta diferencia revela un fenómeno interesante: la aparente fuerza de Trump en las apuestas no necesariamente refleja la realidad en las urnas. A menudo, estas apuestas reflejan el sentimiento momentáneo de los participantes y no siempre son un indicador confiable de los resultados finales, especialmente en un país como Estados Unidos, donde las elecciones no se deciden únicamente por el voto popular, sino en el Colegio Electoral.

Lo preocupante de esta situación es que el mercado de apuestas en un contexto electoral tan dividido puede agravar la polarización. La legalización de estas apuestas no solo da pie a la especulación, sino que podría propiciar actos de manipulación y desinformación. En un país donde un alto porcentaje de la población cree que las elecciones de 2020 fueron fraudulentas, la legalización de las apuestas electorales no es trivial.

Como señaló Rob Schwartz, consejero de la CFTC, la manipulación y la desinformación en estos mercados pueden comprometer la integridad de las elecciones y, en última instancia, debilitar la democracia estadounidense.

Además, el papel que las apuestas juegan en esta elección refleja un problema estructural en la sociedad estadounidense. La fe en el sistema electoral está disminuyendo, y la normalización de las apuestas sobre los resultados de una elección tan importante puede erosionar aún más esa confianza. El mercado de apuestas puede parecer, a simple vista, un reflejo del “sentir popular”; Sin embargo, este mercado no tiene ninguna obligación de veracidad ni responsabilidad democrática. En contraste con las encuestas, que se basan en una metodología diseñada para aproximarse a la realidad, el mercado de apuestas puede ser volátil, influenciable y, en última instancia, una representación distorsionada de la verdadera voluntad del pueblo.

Mientras tanto, Harris continúa consolidando su campaña con propuestas que intentan abordar temas que afectan directamente a las familias y comunidades estadounidenses. La vicepresidenta ha centrado sus esfuerzos en captar el voto de los moderados republicanos, quienes, decepcionados por la inestabilidad que generó Trump en su mandato, podrían ser la clave para su victoria. Su enfoque contrasta con el de Trump, quien ha optado por reutilizar las mismas consignas de 2016, sin una base sólida que garantice su cumplimiento, especialmente considerando que sus políticas en áreas sensibles como migración, economía y salud no lograron avances significativos en su primer mandato.

En las encuestas, Harris aventaja a Trump con un 49% frente al 46% de su contrincante. Esta ventaja es reducida, pero significativa en un país donde las elecciones se deciden en un puñado de estados clave. No obstante, estas cifras reflejan un cambio en la narrativa electoral: la posibilidad de que una mujer de color ocupe la presidencia se vuelva más realista y aceptada en la sociedad estadounidense. Además, Harris cuenta con el respaldo de una recaudación de fondos récord, superando el billón de dólares, lo cual demuestra el entusiasmo de sus seguidores y refuerza su posición en la contienda.

La inclinación de las apuestas hacia Trump es un síntoma de la polarización de la sociedad estadounidense, más que una predicción del resultado. Al final, lo que este proceso expone es un país dividido en valores fundamentales. Para algunos, Trump representa una figura de autoridad y una supuesta protección ante el cambio; para otros, su figura es un recordatorio de un gobierno caótico, caracterizado por la inestabilidad y el incumplimiento de promesas. La ventaja de Harris en las encuestas sugiere un anhelo de cambio y de estabilidad, aunque es difícil predecir si estas percepciones se traducirán en votos el 5 de noviembre.

Para terminar, podemos decir que, el panorama actual de las elecciones en Estados Unidos refleja una sociedad atrapada en la tensión entre el deseo de cambio y la nostalgia por un pasado idealizado. En este contexto, las apuestas políticas pueden intensificar la polarización y agregar una capa de incertidumbre y manipulación que solo beneficia a quienes ya dudan de la legitimidad del sistema electoral. Harris tiene una ventaja en las encuestas, mientras Trump lidera en las apuestas, pero, al final, la única encuesta que cuenta será la que se registre en las urnas el día de la elección.

Los estadounidenses deberán decidir entre una figura que promete repetidamente “hacer a Estados Unidos grande otra vez” y una candidata que represente el cambio, la moderación y una nueva oportunidad de estabilidad. ¿Será esta elección una oportunidad para reparar los daños o un retroceso hacia la misma fórmula fallida? La respuesta, más que en las apuestas o en las encuestas, estará en manos del electorado.