Si con las marchas multitudinarias e históricas del 8 de marzo y el Paro Nacional del 9 de Marzo, las mujeres querían sacudir a la sociedad, y darnos una gran lección, lo lograron.

Lástima que el presidente Andrés Manuel López Obrador, no la aprendió.

Con las marchas del 8 de marzo (en Guadalajara con 35 mil participantes o más), nos recordaron lo poderosas que son. Lo admirable y lo valiente de las mujeres jaliscienses.

Juntas, con el puño en alto. Sintiéndose seguras. Retomando el espacio público. Las calles, que suelen ser territorio hostil, hoy por fin, fueron suyas a plenitud.

Y con el paro, nos enseñaron lo que significa vivir en su ausencia. Era un hueco impresionante. Un silencio prolongado. Una afonía glacial.

El ejercicio además, fue catártico y luego, de sanación, para las mujeres. Algunas de las que participaron en el Paro Nacional, me comentan que fue un día en el que pudieron estar juntas madres e hijas. Hermanas y amigas. Sin el bullicio de las redes sociales. Conversando sobre los últimos acontecimientos. Juntas. Unidas.

A los hombres, los hechos de los últimos días nos han hecho reflexionar. Lejos estamos muchos de nosotros de ser intachables, Estamos y seguiremos haciendo un ejercicio interno de contrición. Todos, como hombres, hemos cometido errores. Hay que asumirlos. Desde micromachismos, hasta actitudes que perpetúan las desigualdades y violencias de género. Es tiempo de reeducarnos y de aprender nuevas masculinidades.

Pero qué lástima que en donde se toman las decisiones, no se haya ejercido este acto de contrición.

No nos perdamos en los detalles inocuos. ¿Qué hubo oportunistas de los partidos de oposición? Si los hubo, pero hoy por hoy es lo de menos. Fijémonos en que la inmensa mayoría de las participantes lo hicieron de manera genuina.

¿Las pintas con aerosol? Es algo material, eso es lo que menos importa ahora. Lo que realmente vale la pena es erradicar la violencia que sufren las mujeres.

En este contexto, muchos pensábamos que López Obrador tenía todavía la oportunidad de reivindicarse.

“Luego de ver las marchas del 8 de marzo, de sentir la ausencia de las mujeres, me han sacudido, me han hecho reflexionar. Mujeres mexicanas, cuenten conmigo. Me pongo la camiseta púrpura. Voy a convocar a una mesa amplia para trabajar desde ahora mismo. No solo con las autoridades de Seguridad. También con la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de Educación. Vamos a generar estrategias trasversales. Ustedes mandan y nosotros acatamos”.

Eso es lo que me habría gustado escuchar del presidente López Obrador, quien durante 18 años en la oposición fue tan empático y que en unos cuantos meses se ha ido desdibujando.
Pero no fue así. ¿Qué dijo López Obrador?

“No (va a cambiar la estrategia); al contrario, vamos a reforzar la misma estrategia de atender las causas que originan la violencia, buscar vivir en una sociedad mejor, atender a los jóvenes (…), que se evite la desintegración familiar, que se fortalezcan valores…”. Así de limitada su respuesta. Así de lejana.

En el mismo tenor reaccionó Enrique Alfaro:

“El gobierno de Jalisco no va a hacer compromisos a partir de la manifestación. Nosotros tenemos una agenda clara porque entendemos el tamaño del problema de la violencia contra las mujeres”.

No puedo creerlo. ¿En serio no les movió absolutamente nada lo vivido estos dos días? Porque a muchos hombres mexicanos nos estremeció. ¿Un contingente de 100 mil mujeres en Ciudad de México no significa nada? ¿35 mil mujeres en Guadalajara tampoco? ¿Y las miles y miles en distintas ciudades del país y de la entidad?

Para muchos esto fue un golpe de realidad.

La mala noticia es que las autoridades, no aprendieron la lección.

La buena, es que si las mujeres tienen que volver a salir a las calles, lo van a hacer cuántas veces sea necesario.

Hasta que entendamos. Con estruendo, o con silencio.

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