La historia de México que nos han enseñado por tantos años, ha sido un conjunto de ideales y selección de grandes momentos para la vida pública del país, en donde aprendimos a saber que pasó en la Revolución Mexicana, en la Independencia de México y en quienes han sido nuestros libertadores de la patria.

Hemos tenido pasos importantes para el crecimiento y empoderamiento de la mujer, por ejemplo cuando por primera vez tuvieron la oportunidad de ejercer su voto en las urnas y ser parte activa de la democracia.

La lucha de sus derechos ha sido una pelea constante, la cual ha necesitado un valor incalculable para hacer frente común en todos y cada uno de los momentos del pasado, pero hoy enfrentamos nuevos retos para poder darle a todas las mujeres la tranquilidad de vivir plenamente sin que sean violentadas de ninguna manera y bajo ningún motivo.

Ante tal escenario que hemos vivido en muchas ciudades del país, las mujeres se han vuelto a reagrupar, para juntas emprender una vez más esta lucha histórica, incansable y feroz por sus derechos.

Hemos visto lo acontecido en la CDMX del resultado de una manifestación, y he leído la indignación de muchos hombres, tenemos que pensar que esta reacción de las mujeres es sustentada por la profunda impotencia de seguir viendo mujeres violadas, aumento en los feminicidios, el acoso callejero que no cesa, y que cada vez la violencia está más cerca de tu círculo familiar.

No podemos olvidar que el presente es la construcción de la historia de nuestro país, y que lejos de poder contar una historia de un México prospero las manchas de lo que estamos haciendo al día con día, será la historia que estamos dejando a las siguientes generaciones.

La mujer siempre ha ocupado un lugar muy especial dentro de nuestros círculos sociales, comenzando por las madres, hijas, hermanas, abuelas, tías, compañeras de trabajo, compañeras de vida, tenemos mujeres hoy en la política, en puestos directivos de grandes empresas, en la construcción de grandes ideas para emprendedores y muchos lugares más.

Los retos que se tienen en el país respecto a la igualdad, paridad, brecha salarial son enormes aún y por eso es momento de actuar, la impunidad es una de las grandes culpables de que en México la violencia de género siga aumentando, por lo tanto necesitamos no únicamente mejores leyes de protección de los derechos, necesitamos que se cumplan y que sean de un alto rigor para que podamos erradicar esta brecha de igualdad que tanto lacera a nuestras mujeres.

Ellas valientes, hicieron de sus protestas una forma de exigir justicia, la indignación e impotencia fue su principal aliada, la fuerza de sus corazones unidos fue su grito de guerra, cada paso que han dado significa una lucha histórica enorme para darse a respetar.

Se han imaginado el horror y pánico de verse en un momento así, en el que ningún grito desesperado puede ser escuchado, en el que ningún golpe puede detenerlos, donde la soledad y el miedo las perpetra, donde ni si quiera parece que Dios te escucha, cuando se te acabó la voz, cuando ya nada pareciera tener sentido, que nadie puede ayudarte.

Cuanta tristeza, horror, llanto, sangre o muerte se necesita para detener este relato aterrador que están viviendo nuestras mujeres, cuantos años más deben pasar luchando para que se termine, cuantas desgracias más vamos a acumular en lo largo de nuestra historia, que será contada por generaciones de que no fuimos capaces de hacer o construir el mecanismo correcto para dejarlas en paz.

¿Porque tiene que ser un privilegio de pocas la tranquilidad de vivir una vida plena?, ¡ya basta!

Como hombre estoy indignado, creo que la brillantina o la pintura en la cara equivale a un grito desesperado que es la respuesta  y el resultado de una violencia creciente, de la cual los hombres somos culpables por quedarnos de brazos cruzados y no marchar juntos, alzar la voz, educar mejor a nuestros hijos e intervenir cuando un grito de ayuda llega a nuestros oídos.

Ojalá fuera  pintura y brillantina la agresión más radical a una mujer, pero las víctimas desgraciadamente no se pueden lavar los abusos de su alma, se queda rota, triste, perpetrada, además de enfrentar una sociedad egoísta que no comprende el dolor de un corazón lastimado, un espíritu pisoteado.

Una mujer violentada equivale a una luchadora y constructora de sueños menos, perdemos una madre, una compañera de vida, un amor platónico, una mirada dulce, un abrazo, un beso.

Mujeres, yo me uno a su movimiento porque a mi #SiMeRepresentan.

Por: Javier Cárdenas Dávila