• Columna de opinión.
  • Escrita por: Oscar Miguel Rivera.

¡Hola! Nuevamente, compartiendo con ustedes una reflexión, análisis o impresión sobre una de las joyas de la corona del sexenio de la 4T, principalmente para todos aquellos que critican las acciones emprendidas y obras majestosas que emprendió Andrés Manuel López Obrador en estos 6 años de su gobierno.

El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México Benito Juárez (AICM) se inauguró el 19 de noviembre de 1952. Su construcción comenzó en la década de 1940, en respuesta a la creciente necesidad de una infraestructura aeroportuaria más moderna y con mayor capacidad que la que ofrecía el antiguo Aeropuerto Central, ubicado en Balbuena. El AICM ha sido desde entonces el principal aeropuerto de México, experimentando varias expansiones y renovaciones para adaptarse al aumento del tráfico aéreo a lo largo de los años.

Aunque no hay cifras exactas ampliamente disponibles para los primeros años, se estima que, en sus primeros años de operación, el aeropuerto atendía a alrededor de 500,000 a 1 millón de pasajeros anualmente. Este número creció rápidamente a medida que el aeropuerto se consolidó como el principal centro de conexiones en México y América Latina.

Con el paso del tiempo, el aumento en la capacidad de las aeronaves, el crecimiento de las aerolíneas, y el desarrollo económico de México contribuyeron a un aumento constante en el número de pasajeros, lo que llevó a varias expansiones y renovaciones del AICM para manejar la creciente demanda.

El AICM ha sido el gigante incontestable, el corazón que ha bombeado millones de pasajeros anualmente a través de sus arterias saturadas. Pero los tiempos cambian, y con ellos, las necesidades de un país que se moderniza y busca alternativas más sostenibles y futuristas. Aquí es donde entra en escena el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), un proyecto que, aunque joven, se perfila como una de las joyas de la corona del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la Cuarta Transformación (4T).

Pero no se puede hablar del AIFA sin recordar el controvertido proyecto del que sería el “Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM)” en Texcoco, un plan emblemático del gobierno de Enrique Peña Nieto que enfrentó múltiples problemas desde su inicio. Desde denuncias de corrupción y licitaciones irregulares hasta preocupaciones ambientales y el desplazamiento de comunidades, el NAICM sería un símbolo de los desafíos de la infraestructura pública en México. Aunque anunciado como uno de los aeropuertos más grandes y modernos del mundo, la realidad fue que este proyecto se convirtió, sin haberse construido, en una carga económica y social insostenible.

La cancelación del NAICM en 2018, decidida por la administración de López Obrador tras una consulta pública, fue un momento crucial que marcó un giro en la política de infraestructura del país. Mientras algunos argumentaron que se trató de un error estratégico, la verdad es que la decisión evitó mayores costos y daños ambientales, y abrió el camino para un proyecto más viable y alineado con las necesidades actuales del país: el AIFA.

El AIFA no es simplemente otro aeropuerto; es una declaración de intenciones. Desde sus inicios, este proyecto ha sido concebido como la respuesta a la saturación del AICM, un problema que ha agobiado a viajeros y operadores por décadas. La infraestructura del AICM, aunque funcional, se ha vuelto obsoleta y poco eficiente para manejar el volumen de pasajeros y vuelos que recibe. En contraste, el AIFA, con su diseño moderno y expansible, representa un salto hacia adelante, una promesa de que México está listo para el futuro.

Algunos detractores han señalado que el AIFA no ha alcanzado aún los números que se proyectaron en sus primeros años de operación. Sin embargo, es importante entender que Roma no se construyó en un día. Desde su inauguración en 2022, el AIFA ha mostrado un crecimiento constante y significativo. Solo en agosto de 2024, el aeropuerto experimentó un aumento del 42% en el tráfico de pasajeros, impulsado por la apertura de nuevas rutas a destinos populares como Cancún y Mérida (Expansión).

Este crecimiento no es casualidad. Es el resultado de una estrategia bien planificada para descongestionar el AICM y ofrecer a los viajeros una alternativa moderna, eficiente y menos congestionada. Además, por primera vez en su historia, el AIFA ha generado utilidades, demostrando que es un proyecto viable y sostenible (Aviación Noticias).

El AIFA es más que una infraestructura moderna; es un símbolo de la visión de la 4T para México. Un proyecto que, a pesar de las críticas y desafíos iniciales, está comenzando a dar frutos y promete convertirse en un pilar central del sistema de transporte aéreo del país. Con el tiempo, y a medida que más aerolíneas y pasajeros se sumen a la operación del AIFA, no cabe duda de que este aeropuerto superará al AICM en relevancia y eficiencia.

En resumen, el AIFA es la materialización de una apuesta audaz del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Es un proyecto que, aunque joven, ya ha comenzado a demostrar su valía y que, con el tiempo, dejará al antiguo AICM como un vestigio de una era pasada, mientras México avanza hacia un futuro más brillante y conectado. La Cuarta Transformación no solo está cambiando la política del país, sino que está reimaginando sus infraestructuras, y el AIFA es la prueba viviente de ello.