El gran problema de corrupción que nos invade, que saca lo peor de nosotros y nos vuelve más desiguales e injustos, se ha tratado de resolver de distintas maneras. Sin embargo, la tendencia general en las alternativas adoptadas, es que o nunca se ponen en marcha o se quedan en el camino de la implementación, y al final logran hacer muy poco contra ese monstruo devorador de instituciones y comunidades.

En los años recientes, se está tratando de reforzar la agenda anticorrupción y uno de los esfuerzos más destacables es la creación del Sistema nacional anticorrupción, que logró contar con leyes y cierto respaldo institucional, pero ahora necesita estructuras sólidas tanto en lo nacional como en lo estatal para empezar a obtener resultados.

Sin duda, es muy importante sumar esfuerzos para que el sistema anticorrupción funcione, pero sobre todo, tener en cuenta que tanto el propio sistema como cualquier otra iniciativa que se implemente, incluso el programa nacional anticorrupción que recién publicó el actual gobierno federal, necesitan contar con algunos elementos indispensables, para que podemos consolidar una agenda y una lucha anticorrupción firmes. Pienso en 5 elementos claves:

1) Voluntad política: si quienes son los responsables de aplicar el programa o sistema anticorrupción, no tienen ganas ni el compromiso para hacerlo, por más que la estructura del programa esté bien hecha, no se conseguirán avances. La voluntad política debe buscarse, desde la perspectiva de que es una oportunidad para lograr que los tomadores de decisiones se comprometan y actúen. Y en ese sentido ellos toman decisiones, pero nos deben representar y rendir cuentas.

2) Información: generar, publicar y difundir información es un paso esencial para que cualquier agenda anticorrupción pueda ponerse en marcha. En el caso contrario, la opacidad va en sentido contrario a la causa.

3) Coordinación: la idea de combatir este fenómeno a manera de sistema, toma mayor sentido cuando ves que la corrupción crece en red, con varios actores involucrados por acción o por omisión. Es así que, quienes forman parte de un sistema nacional, estatal o de un programa entre dependencias, necesitan coordinarse para diseñar estrategias, compartir experiencias e información y construir una cadena de colaboración. Sin coordinación no hay sistema anticorrupción.

4) Contrapesos y representación: es indispensable la participación de actores e instancias comprometidos con buscar el diálogo, presionar, pero sobre todo ser contrapesos entre sí. Por ello es tan importante que quienes participan desde el sector social, actúen como representantes de una sociedad que ha perdido mucho a manos de la corrupción, que necesita creer en que podemos tener una realidad diferente.

5) Consecuencias: aunque en términos de tiempo y procesos, tal vez las consecuencias se visualizan como un paso posterior a todo lo antes mencionado, si de verdad se informa y los actores involucrados se coordinan, con voluntad y compromiso, los esfuerzos emprendidos pueden ver claros frutos, no solo con gente en la cárcel sino con cambios en la mentalidad y prácticas cotidianas que han permitido que la corrupción tome nuestros espacios públicos y privados. Este México sumido en desconfianza entre personas y hacia las instituciones, necesita volver a confiar, en que se ataca a la corrupción cuando se ataca a la impunidad, por eso son claves las consecuencias.

Lograr un país sin corrupción implica caminos complejos y tardados, pero aprender de lo pasado puede servir para que tardemos menos en llegar al objetivo, para que en el camino tengamos más aliados y claridades, para que rendirse no sea opción, y juntos podamos construir una sólida agenda anticorrupción que transforme a México.