Grafitean Casa Jalisco
Grafitean Casa Jalisco

Y si fueran mis hijos, no solo les rayaba las paredes y quebraba la puerta, les tumbaba los mismos muros de Casa Jalisco. Si fueran mis hijos no tendría limites; la desesperación, la angustia, el terror, mi salud mental estaría completamente trastornada, con el simple hecho de saber que cada minuto, cada segundo que pasa sin saber de ellos, sin tenerlos conmigo, significa que la esperanza de encontrarlos con vida o incluso hasta de hallar sus cuerpos, se pierde de forma exponencial.

 Los hechos ocurridos durante la manifestación en Casa Jalisco, no es más que el reflejo de madres y padres de familia desesperados por encontrar respuestas.

 Familias que hicieron lo que se supone dicta la ley y la ética que hagan, ACUDIR A LAS AUTORIDADES; y al encontrarse con pared o en este caso con “una puerta cerrada”, la desesperación los hizo presa.

 Hay que entender que los desaparecidos no son cifras, no son números, son los seres que trajiste al mundo con la promesa de protegerlos en cada momento de sus vidas y que ahora no sabes ni siquiera si aún cuenta con un aliento de vida.

 Las redes sociales se han encendido. Incluso los periodistas se enfrascaron en discusiones sobre la forma de abordar los hechos: si estuvo bien o no que grafitearan las paredes de Casa Jalisco, que quebraran una puerta, huellas que por cierto al día siguiente ya ni estaban presentes. Borrón y cuenta nueva de lo ocurrido un día anterior.

 ¿Vandalismo o no? es lo que se preguntan, tratan de definir si estuvo bien empleado el término, si el Gobierno de Jalisco está en lo correcto, de perseguir a los responsables por esta falta administrativa.

 Desde mi punto de vista, SÍ fue vandalismo, porque así es como se definen esos hechos. Y sí, si es una falta administrativa seguramente tienen que pagar por ella, “porque nadie esta por encima de la ley”.

 Lo que nadie ve, o cuando menos dice o dejan claro, es que los padres de los desaparecidos lo que menos les importa es que se les sancione o se les persiga por esa falta administrativa. Su estado emocional, su desgaste, su impotencia y el terror que debe existir en sus mentes, hace que esa amenaza simplemente no signifique nada.

 El verdadero problema es que cuando llegaron a Casa Jalisco los manifestantes encontraron una puerta cerrada, un gobierno que al parecer no tiene la capacidad de ponerse en sus zapatos y entender el dolor tan grande que sienten, porque si fuera así, esa puerta nunca debió estar cerrada.

 Durante la manifestación por el feminicidio de Vanessa Gaytán, un día después en Casa Jalisco, el instinto del gobernador, Enrique Alfaro, fue bueno: salió y dio la cara. Si, lo abuchearon y no pudo dialogar con los inconformes, pero salió. Las atendió, sintió empatía. Y al día siguiente puso a trabajar a su gabinete. Al grado de dar resultados días posteriores.

 Esa empatía, el gobernador no la debe de perder. Ese sentido común debe imperar en su gobierno. Salir a atender a los manifestantes, era lo que debió hacer. No era necesario que dijera nada, porque el dolor que sienten no se va a quitar con palabras, pero el mensaje que hubiera mandado a la sociedad hubiera sido poderoso:

 “El nuevo inquilino en Casa Jalisco escucha a su gente. Es un hombre común y padre de familia, como los que estaban afuera tocando”.