Una de las grandes agendas sociales pendientes en México es la situación de la mujer en nuestro país.

De enero a marzo del año en curso 964 mujeres fueron asesinadas en territorio nacional: 720 de los casos están clasificados como homicidios dolosos y 244 como feminicidio, según cifras de las fiscalías estatales, compiladas por el Sistema Nacional de Seguridad Pública, de acuerdo con los datos publicados por el diario La Jornada hace un par de días.

Si bien, atacar de raíz las causas que generan la violencia sistemática y la discriminación que padecen millones de mujeres en nuestro país, compete a la política doméstica del Estado Mexicano. La política exterior del presidente Andrés Manuel López Obrador a través de la Secretaria de Relaciones Exteriores, ha trabajado en un ambicioso modelo de política exterior denominado; política exterior feminista. El gobierno mexicano es, y se considera a sí mismo feminista, bajo esta premisa a nivel multilateral la diplomacia mexicana ha emprendido una serie de acciones para garantizar la igualdad de género y la no discriminación a través de políticas que generen condiciones de bienestar social y desarrollo, así como un cambio de mentalidad mediante el cual se transformen las prácticas sociales que reproducen el machismo y la violencia en nuestro país.

México es el único país de América Latina que tiene una política exterior feminista, siendo el quinto país en el mundo en adoptar una iniciativa similar de la mano de Suecia, Canadá, Noruega y Francia. Dicha política encuadra cinco líneas de acción las cuáles van de la mano con la implementación de la agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

La teoría feminista puede entenderse como un movimiento social y una propuesta teórica. Ambos son complementarios y tienen en común la crítica de los valores patriarcales y la dinámica sobre la cual se estructuraron los estados y las sociedades del mundo, los cuáles en palabras de la gran filósofa existencialista Simone de Bouvoir, crearon un “segundo sexo”.

La ilustración con su gran espíritu libertario privó a las mujeres de su propia esfera de libertad y ciudadanía, la primera ola de feminismo a finales del siglo XIX se encumbró al conseguir el sufragio universal femenino en la mayoría de los países del mundo.

El movimiento sufragista no fue lo suficientemente poderoso para minar la estructura patriarcal a un nivel profundo ni para cambiar las dinámicas sociales de la discriminación. Posteriormente, en la década de los setenta vino la conquista de los derechos sexuales y reproductivos. En la actualidad, la agenda va mucho más allá: el reconocimiento de los derechos culturales y pluriculturales de la mujer, género e identidades de género, y, sobre todo; la deconstrucción del género, la cual es dictada en términos binarios. Viene a mi mente aquella frase Simone de Bouvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”.

A grandes rasgos una política exterior feminista que impacte a la política interior del país y que beneficie a todas las mujeres, jóvenes y niñas de México cuyos pilares son: política exterior con perspectiva de género y derecho humanos, políticas de paridad de género al interior de la Secretaria de Relaciones Exteriores y libre de violencia. Dentro de cuyas líneas destacaría: derechos humanos para todas las mujeres y niñas del país, erradicación de la violencia física, psicológica y sexual, igualdad y empoderamiento de la mujer, y los fundamentales derechos económicos.

Se debe seguir propulsando el desarrollo de las mujeres mexicanas como sociedad; de nuestras minorías, y declarar la guerra a toda forma de discriminación que pueda existir en nuestras prácticas sociales, universos simbólicos y culturales.

En el feminismo existencialista de Simone de Beauvoir, el ser humano no es una esencia fija, sino “existencia”, es decir “proyecto”, “trascendencia”, “autonomía”, “libertad”. Por lo tanto, determinar a un individuo las posibilidades de proyectar su vida según lo entienda por el hecho de pertenecer al “segundo sexo”, al sexo femenino, es dominación, es injusticia.

En cuanto al Estado mexicano, se debe fortalecer la estrategia de seguridad pública para combatir el crimen organizado en conformidad con las obligaciones internacionales de derechos humanos de las mujeres y niñas, para eliminar los altos niveles de inseguridad y violencia y asegurar que el feminicidio sea penalizado en todos los códigos penales estatales de conformidad con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y estandarizar los protocolos de investigación de feminicidio en las fiscalías estatales.

No podemos detener los procesos históricos y evolutivos de la especie humana, ni de la ciencia, la técnica, la civilización y la cultura. La democracia debe ser resiliente en crear ambientes propensos para el desarrollo y la justicia social para hombres y mujeres, pero, sobre todo, impulsando las agendas políticas de los sectores más rezagados y vulnerables del país.

Finalmente, a nivel internacional la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de las Naciones Unidas (1979) y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (1994) junto con su Protocolo Facultativo, son instrumentos internacionales claves sobre los derechos humanos de las mujeres en la esfera internacional.

De todos los cancilleres que ha tenido México desde 1821, tan solo tres han sido mujeres (Rosario Green, Patricia Espinosa y Claudia Ruiz Massieu). En la actual administración, puestos claves de la diplomacia mexicana y al interior de la Secretaria de Relaciones Exteriores están ocupados por mujeres competentes y de gran valía como en la Secretaria Para Asuntos Multilaterales y de Derechos Humanos y la titularidad de la Embajada de México en los Estados Unidos, la cual por primera vez en su historia es ocupada por una mujer diplomática de carrera.