Estamos ante una compleja realidad que está resultando completamente distinta a lo que había proyectado el presidente López Obrador antes de ser presidente y no solamente como candidato en la última elección en la cuál arrasó con más de 30 millones de votos, sino históricamente, al abanderar aquellos conceptos que la izquierda mexicana había hecho suyos como el máximo respeto a los derechos humanos, el fin de la violencia en México, de las muertes y desapariciones, recordemos campañas como No Más Sangre o Seguridad sin Guerra, que ahí no solo participó la izquierda sino muchas organizaciones de la sociedad civil y a un año y medio de gobierno el Presidente podría entrar a una fase similar a otros del pasado, en términos del uso de las fuerzas armadas para combatir a la delincuencia.

Si bien es cierto que el mandatario ha derrocado o destruido varios de los símbolos que él considera como parte del neoliberalismo mexicano, como el aeropuerto de Texcoco, el avión presidencial, vivir en Los Pinos, entre otros, también es cierto que hay asuntos en los que no podría desmarcarse de sus antecesores y uno de esos temas es el que nos ocupa hoy: el decreto presidencial para otorgarles facultades a las fuerzas armadas para realizar tareas de seguridad pública, para operar como policías.

Lo que de facto hizo el presidente Calderón en su sexenio y continuó el priista Enrique Peña Nieto, hoy el presidente López Obrador lo hace de manera oficial respaldado, sí, por una ley que además creó la Guardia Nacional y con ese respaldo legal firma el decreto para mantener al ejército en las calles y le da facultades para hacer detenciones y hacer cualquier acción de seguridad pública hasta 2024, cuando muchas veces había dicho que regresaría a los militares a los cuarteles.

Quienes apoyan el proyecto de gobierno de la Cuarta Transformación dicen que lo que está haciendo es acotar el trabajo militar con fecha de caducidad en 2024, darle un marco jurídico para su actuación, sin embargo, esa es la interpretación más suave del tema. Hay otras interpretaciones con las cuales yo coincido más y creo que sí tiene qué ver este decreto con una imparable violencia en México.

Existe la gran posibilidad de que algunos de los asesores del Presidente estén viendo en la inseguridad y la violencia, la gran amenaza contra el proyecto de la Cuarta Transformación. Muchos personajes hablaron del tema, incluso yo lo dije varias veces el año pasado en este espacio: si no se resuelve el tema de la seguridad no habrá cuarta transformación, si no hay seguridad ningún proyecto político, de bienestar social o de infraestructura – llámese Tren Maya, Aeropuerto de Texcoco o Dos Bocas – será suficiente para lograr un buen proyecto de gobierno.

No habrá un parteaguas en el país, si no se reducen a niveles muy importantes los índices delictivos, no solamente los homicidios dolosos ocasionados por la lucha de cárteles del narcotráfico, sino delitos como el feminicidio, delitos como robo a persona, a negocios, a casa habitación, asaltos, extorsiones y secuestros.

Si esos delitos se mantienen no solamente en los niveles en que los conocemos, sino rompiendo récords cada mes y cada año, la curta transformación será el periodo de gobierno con más violencia en la historia nacional.

Ya no alcanzará el discurso del presidente del problema heredado. Si bien es cierto que mucha gente votó por López Obrador para que se acabara un periodo de gran corrupción en México, también hubo mucha gente que votó con la esperanza de decirle adiós a la violencia que se ha vivido.

Veremos cómo actuará el ejército mexicano, si habrá una lucha más frontal y dejar de lado los llamados a misa, las frases de abrazos, no balazos y el ya bájenle que ha dicho en repetidas ocasiones el mandatario.

No es casualidad, que en medio de una pandemia, el Presidente firme este decreto, ante un panorama que donde podría incrementar la inseguridad, ante la crisis económica que se agudiza, y a niveles mucho peores de los que ya tenemos, porque si algo nos ha enseñado la pandemia, es que no se puede solamente tocar fondo, cuando hay un abismo debajo de ese fondo.