Desde que el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell anunció que se implementaba en México la emergencia sanitaria por causas de fuerza mayor, comenzó el verdadero colapso económico en el país, con dimensiones y profundidad todavía desconocida, pues se encuentra en caída libre.

Yo he sido muy crítico de esta emergencia sanitaria, no porque crea que se debe seguir la vida normal como lo dice Ricardo Salinas Pliego u otros personajes que están dispuestos a que se pague una gran cuota de muertos a cambio de que haya actividades normales como si no hubiera pandemia, pero de eso, a estar de acuerdo con una emergencia sanitaria demasiado restrictiva y casi diría yo soviética, es muy diferente.

Me explico. La emergencia sanitaria decretada en México deja abierta la actividad a negocios estrictamente esenciales pero deja en la total orfandad a otros que no son tan esenciales para que otros sobrevivan, pero que sí son muy esenciales para que sobrevivan sus trabajadores. El problema es que incluso sectores de la cadena productiva importantes están cerrados en México, mientras que en otros países mucho más afectados por el Coronavirus están operando, claro, con las medidas de higiene adecuadas o a puerta cerrada, es decir, comercializando de forma online, enviando productos a domicilio, o recibiendo clientes en coche para recoger productos o permitiendo la entrada de máximo 10 personas a distintos establecimientos, pero en México la medida fue más radical.

Y México, que no tiene el nivel económico que Estados Unidos y Canadá y cuyas empresas no están recibiendo estímulos por parte de las autoridades, difícilmente aguantará más con su economía cerrada.

De hecho, ayer en su primera plana, el diario Reforma da cuenta de la exigencia que le hacen al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que flexibilice las medidas.

Se trata de una carta en la que incluso industrias norteamericanas le piden al gobierno mexicano que reabra sobre todo cadenas de suministro, porque entonces vemos una disparidad, por una parte en el lado de Estados Unidos, aunque la mayoría de los negocios están cerrados para el público en general, muchas industrias siguen trabajando y si el virus se puede abatir con sana distancia, no veo por qué muchas de las industrias que son esenciales para el empleo tengan que estar cerradas a rajatabla en toda su cadena productiva, cuando se puede flexibilizar la medida.

Insisto, en realidad está mal diseñada la emergencia sanitaria, porque a muchos negocios se les prohíbe operar, que no abrir, hablo de operar, mientras otros como los tianguis son focos de aglomeración o incluso los bancos, en cuyas entradas hay largas filas ya sea para realizar operaciones o para recibir fondos de programas sociales.

Además, a las grandes corporaciones como Wal-Mart, Costco o Amazon, se les permite operar sus negocios y acaparar gran parte de la demanda, cuando son hoy los pequeños y medianos negocios de las ciudades los que necesitan esa derrama económica, y están completamente paralizados.

En conclusión, considero que se debe revisar, rediseñar y relanzar la emergencia sanitaria actual para permitir algunas actividades, con todas las medidas de prevención de contagios. Se necesita una dosis de sentido común en el gobierno para que equilibre mejor la balanza entre evitar un disparo brutal de contagios y tener cerrada casi toda la economía también con fatales consecuencias.