• Columna de opinión.
  • Escrita por: Eduardo González Velázquez.

El sábado pasado (13 de julio) Donald Trump fue víctima de un intento de asesinato durante un mitin en Butler, Pensilvania, donde Matthew Crooks de 20 años le disparó con un fusil hiriéndole en la oreja derecha. El Servicio Secreto abatió al agresor.

Antes de abordar el atentado contra el candidato presidencial republicano, pasemos lista a los atentados sufridos por presidentes de Estados Unidos en funciones o por candidatos presidenciales. La historia es larga. Las agresiones variadas. Los resultados diversos. Las motivaciones diferentes.

Andrew Jackson es el primer presidente norteamericano que sufrió un atentado el 30 de enero de 1835 mientras asistía a un funeral en el Capitolio. El ataque lo realizó, Richard Lawrence, pero el arma falló. Abraham Lincoln no corrió con esa suerte y el 14 de abril de 1865 fue asesinado en el teatro Ford por John Wilkes Booth. James A. Garfield, fue atacado el 2 de julio de 1881 en la estación de tren de Washington, por Charles Jules Guiteau, no murió en el lugar, agonizó setenta días en la Casa Blanca donde finalmente murió.

A William McKinley le disparó León Czolgosz el 6 de septiembre de 1901, durante la Exposición Panamericana en Bufalo. Murió el 14 de septiembre. Theodore Roosvelt buscaba la reelección en 1912 cuando fue atacado en Milwakee por John Schrank, Roosvelt sobrevivió al ataque. A Franklin D. Roosevelt lo intentó asesinar Giuseppe Zangara en Miami en 1933. El 1 de noviembre de 1950, Harry S. Truman se alojaba en Blair House frente a la Casa Blanca y salió ileso cuando dos hombres armados irrumpieron en el lugar. El 22 de noviembre de 1963 en Dallas, fue asesinado John F. Kennedy, por los disparos de Lee Harvey Oswald, quien a su vez sería ultimado en prisión por Jack Ruby.

El hermano del presidente Kennedy, Robert fue asesinado el 5 de junio de 1968 en el hotel Ambassador de Los Ángeles, en plena campaña primaria demócrata, por Sirhan Sirhan. George Wallece, también en la precampaña electoral quedó paralítico luego de los disparos que recibió en Maryland en 1972.

Gerald Ford en septiembre de 1975 quedó a salvo del intento de asesinato de Lynette Fromme en Sacramento, California. Semanas después, Sara Jane Moore disparó de nuevo contra él en San Francisco, pero falló. Ronald Reagan el 30 de marzo de 1981 fue atacado a su salida de una conferencia en el Washington Hilton Hotel en Washington D. C. el disparo recibido en un costado no fue mortal. George W. Bush. 2005 asistía a un mitin en Tiflis en 2005 con el presidente georgiano, Mijail Saakashvili cuando le lanzaron una granada de mano que no explotó.

Así, el ataque a Donald Trump es el más grave intento de asesinato de un presidente o de un candidato presidencial de Estados Unidos desde 1981. El hecho se registra en medio de una atmósfera política profundamente polarizada, a tan solo cuatro meses de las elecciones presidenciales y cuatro días antes de que Trump sea ungido como candidato republicano durante la convención de su partido.

A no dudar, la sociedad norteamericana está inmersa en una espiral de violencia que continúa incrementándose desde el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 y el ataque contra Paul Pelosi, marido de la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi el 28 de octubre de 2022. La polarización política se materializa cada vez con más frecuencia en ataques físicos sobre quienes piensan diferente, sean del espectro político que sea. Lo sucedido es consecuencia de la evidente división del país desde la llegada de Trump a la Casa Blanca.

Es difícil determinar las consecuencias que tendrá el ataque a Donald Trump, aunque de manera inmediata podemos ver que el republicano saldrá fortalecido electoralmente del suceso en Pensilvania, en tanto los demócratas se encuentran divididos frente a la candidatura de Joe Biden quien insiste en seguir en la campaña, y se han visto obligados a detener sus actividades proselitistas y lanzar discursos para tranquilizar a la sociedad.

Esto sucede mientras en Milwaukee arranca la Convención Nacional Republicana que concluirá el próximo jueves con el nombramiento oficial de Trump como el candidato presidencial, quien ha expresado que no tiene miedo y se mantendrá fuerte y desafiante.

Por otro lado, urge fortalecer el débil dique de contención de la violencia política en el vecino del norte, así como detener las acusaciones de Representantes y Senadores republicanos quienes insisten en señalar como culpable del atentado a Trump al presidente Biden.

A lo largo de su historia política Donald Trump ha sabido convertir la vulnerabilidad en poder, recordemos su lucha contra el covid; sus presuntas actividades criminales que le han abonado más seguidores y recursos económicos; y ahora el atentado del cual se levanta con el puño en alto autoproclamándose como héroe que sobrevivió a un atentado. Veremos si lo de Pensilvania se materializa en más sufragios el 5 de noviembre próximo.

Dos apuntes antes de irnos. 1) Durante casi 10 años, Donald Trump ha sido la fuerza de unidad entre demócratas y la mayor fuente de división republicana. Luego del atentado, el partido Republicano cierra filas con él. Sus críticos van en retirada y el movimiento MAGA parece adueñarse del partido. 2) Según algunas encuestas, 10 por ciento de los adultos estadunidenses apoyan el uso de la fuerza para impedir que Trump se convierta en presidente, mientras 7 por ciento apoya el uso de la fuerza para regresar al republicano a la Oficina Oval.

  • Profesor del Tec de Monterrey.
  • @contodoytriques.