El término “Gachupines”, no solo evolucionó de un calificativo peyorativo, a una expresión de odio a quien se consideraba como un invasor extranjero que debía ser expulsado, sino que también fue uno de los elementos articuladores de un discurso emancipatorio y una incipiente identidad nacional, que culminaría con la independencia de México y que daría una fortaleza ideológica para enfrentar los intentos de reconquista por parte de Fernando VII.
Este discurso de odio, pero también de identidad, es revisado a través de diversas fuentes, por supuesto las hemerográficas (pero también otro tipo de impresos) por la doctora en Historia, Laura Castro Golarte, en su nuevo libro “Gachupines y Rebeldes en un tiempo nuevo: México-España 1808-1836”, editado por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades y que fue presentado en el Colegio de Jalisco.
La periodista y colaboradora de RUMBO MX, quien cumple 40 años de trayectoria, estuvo acompañada de los catedráticos Angelita Peregrina, Jaime Tamayo y Refugio de la Torre, quienes comentaron este texto, que originalmente fue la Tesis Doctoral de Laura Castro Golarte, la cual fue declarada como sobresaliente por la Junta Académica de este posgrado y por ello, se recomendó su publicación, con el apoyo decidido del Rector del CUCSH, Juan Manuel Durán.
La doctora Angelica Peregrina afirmó que este volumen es una aportación novedosa al conocimiento del periodo independentista que refleja el amor que tiene la autora por las fuentes hemerográficas. El libro analiza la percepción que tenía la prensa de la Nueva España y de España, respecto a las aspiraciones, primero de autonomía y luego separatistas, de parte de los criollos. Se incluyen tanto impresos de Guadalajara y Querétaro, como de Madrid, Cádiz o Valencia, “Se documenta como la semántica de lo gachupin evolucionó de un vocablo de escarnio a un uso político.
Por su parte, Jaime Tamayo, fiel a su estilo combativo, recordó que históricamente el odio ha sido motor del cambio social: “No hay revolución sin odio. Sin odio al opresor, al enemigo. La lucha de clases finalmente surge de ese rencor social. La Revolución de Cádiz en ese manojo de contradicciones ya reconoce al ciudadano novohispano, Pero no reconocía otros derechos, ni siquiera podían viajar a la península ibérica. En este libro confirmamos que la identidad de lo mexicano no comenzó en la época de la invasión de Estados Unidos, sino un poco antes. La elite criolla se reconoce a si misma se plantea primero la autonomía y luego la emancipación. (…) Y en este libro recordamos que es falsa esa cantaleta del burro de Aznar o el Vox, que dicen que España nos vino a civilizar y que la religión no es el único elemento de identidad mexicana”.
El doctor Refugio de la Torre, quien dirigió la excepcional tesis de Castro Golarte, arrancó su participación con una cita demoledora de “El Cementerio de Praga”, en la que uno de los personajes dice: “La estabilidad del pueblo necesita un enemigo. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de su raza. La identidad nacional es el último recurso para los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria.
Visiblemente emocionada, la autora Laura Castro Golarte recordó que comenzó su trayectoria periodística en 1983 y recordó una frase del gran Ryszard Kapuściński, quien alguna vez dijo que “todos los periodistas son historiadores”. Esto a propósito de que Kapuściński fue historiador que se pasó al periodismo. “Y yo soy periodista que me pasé a la historia y la verdad, si me pongo ese saco”.
Añadió que en este libro, cuando alguna vez vio en periódicos de la época las manifestaciones de repudio a los gachupines y las incipientes muestras de identidad nacional e intuyó que eso era signo de algo más. Fue así como fue maravilloso recorrer todas las fuentes hemerográficas, los panfletos, y el depósito de experiencias y vivencias de la población que dieron continuidad al transitar a una época en la que ya nada fue igual.
Agradeció a quienes le han apoyado durante su trayectoria periodística y académica, así como a su familia amigos, presentes en esta velada, que culminó con la firma de libros y una cata de tequila.