- Columna de opinión
- Escrito por: Julio Ríos
- @julio_rios
Tirios y troyanos se frotaban las manos -desde hace meses – esperando un anuncio como el que Marcelo Ebrard dio ayer (jueves 17 de agosto), en el que acusó que existe “mano negra” y un “acarreo monumental” para favorecer a Claudia Sheinbaum en las encuestas a través de las cuales se decidirá a quien sea el Coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación (que en los hechos es la precandidatura a la presidencia de la República).
Ebrard descubrió el hilo negro: que hay gobernadores operando en favor de la científica y que la cargada es descarada. Desde que Marcelo entró a la contienda, Sheinbaum ya estaba arriba y él lo sabía. Y con su experiencia política debería estar consciente ,de lo complicado -por no decir imposible -que es remontar desventajas de dígitos en una encuesta. Pero aún así entró a la competencia y firmó sonriente aceptando las reglas del juego.
Por supuesto que a pesar de ello, Ebrard hizo lo correcto al participar. Hay que estar en la contienda, en caso de que algún factor inesperado termine por beneficiar la aspiración. Por ejemplo, que el surgimiento de un candidato fuerte de oposicion hiciera recapacitar a López Obrador (hubo quienes creyeron que con la irrupción de Xochitl Gálvez eso sucedería. Finalmente no fue así). O que a AMLO se le ablandara el corazón y tomando en cuenta que su “carnal Marcelo” ya apechugó en varias ocasiones, premiara su abnegación.
A menos que haya una sorpresa, eso tampoco ocurrirá e incluso al presidente no le agradó nada que el ex canciller intente imponer sus propias reglas y tronar el proceso interno. En suma: Lopez Obrador no ve riesgo de derrota con Sheinbaum y tampoco es de los que se deja amedrentar por chantajes políticos. Eso anula las pocas esperanzas de Marcelo.
Mucho se advirtió por parte de los partidarios de Claudia Sheinbaum, sobre una supuesta tendencia a la deslealtad por parte de Ebrard. Una característica que no se sostiene en los hechos porque durante dos décadas ha sido fiel a López Obrador. Más bien me parece que el anuncio obedece a la desesperación. Y es que es de manual que el aspirante ubicado en segundo lugar siempre está obligado a echar mano de medidas más atrevidas. Y así lo ha hecho.
Marcelo echó la carne al asador al proponer la creación de una Secretaria de la Cuarta Transformación que sería encabezada por uno de los hijos de AMLO (para que no queden dudas de su lealtad, por supuesto), fotografiarse con un hermano del presidente que le levantara la mano y presentar el Plan ÁNGEL para digitalizar la seguridad en México. Nada de eso ha movido las preferencias en estudios demoscópicos.
Lo que si ocurrió con el desesperado mensaje de Ebrard, es que los lopezobradoristas más radicales han enfocado sus baterías para tratar de circular imágenes y versiones sobre el pasado salinista de Marcelo y con ello, insinuar que el canciller es una especie de traidor a la causa. Ese era un riesgo con el que Ebrard no debería decirse sorprendido.
Pero la gran duda es: ¿Marcelo realmente tiene opciones de un Plan B? Siendo francos, no tiene tantas. La decisión ya estaba tomada desde antes que iniciara el proceso. Y no por una “mano negra”, sino porque simplemente Claudia va arriba de las encuestas. Aunque el afecto del presidente hacia ella es innegable, tampoco es que este retorciendo la decisión.
Marcelo Ebrard no solo se juega sus últimas cartas, sino quizá las únicas. Su margen de maniobra es limitadísimo. Solo le queda “apechugar” de nuevo, con la esperanza de que los astros ahora sí, se pudieran alinear en el 2030. Pero en ese caso, su edad ya sería un factor en contra (Cumplirá 64 años en octubre).
La otra opción es reventar el proceso y saltar a otro partido. Eso sería un harakiri. Un camino rumbo a una derrota segura. O incluso, que con una impugnación ante el Tribunal Federal Electoral, lo dejen fuera y nisiquiera lo dejen ser candidato.
A continuación desarrollo este punto. En 2015, Marcelo intentó ser diputado federal para blindarse de las acusaciones del gobierno de su sucesor en la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, quien no tuvo empacho en traicionarlo y acusarlo falsamente ante Enrique Peña Nieto como quien filtró la información para el reportaje de La Casa Blanca. Esto provocó una serie de ramalazos contra el ex jefe de gobierno por el tema de la Línea Dorada del Metro.
Ebrard compitió al interior del Partido Verde (por el cual fue legislador de 1997 a 2000). Al no obtener la candidatura, corrió a los brazos de Movimiento Ciudadano donde Dante Delgado se la concedió, ni tardo, ni perezoso. No obstante, el Tribunal Electoral consideró que como Marcelo ya había competido en el mismo periodo por una nominación en otro instituto político, se le tenía que retirar la candidatura por el partido naranja. Y esa fue la sentencia de la Sala Superior.
Con estos criterios que prohíben que un aspirante participe en dos competencias internas de distintos partidos durante un mismo proceso electoral, Ebrard está en riesgo de que si busca la candidatura, por ejemplo en Movimiento Ciudadano, se la nieguen.
Claro. Ha habido otros aspirantes que con esa misma circunstancia han ganado los litigios (un ejemplo es Luis Munguía en Puerto Vallarta). Pero hay un factor que debemos considerar: el actual Tribunal Electoral luce alineado a la Cuarta Transformación. No sería entonces descabellado que a Marcelo simplemente lo dejen con manos vacías.
Es así como Marcelo realmente no tiene muchas opciones. Intentar postularse por otro partido sería una aventura destinada al precipicio. La cual además lo colocaría como el enemigo favorito y receptáculo del odio de los radicales de la Cuarta Transformación durante el próximo sexenio.
Algo que no le deseo a nadie.