Una oposición sin principios ideológicos
  • Columna de opinión.
  • Escrito por: Oscar Miguel Rivera Hernández.

En la vorágine de la política contemporánea, resulta inevitable contemplar con un ceño fruncido el ballet de estrategias que la oposición despliega en su intento desesperado por recuperar el poder. En un acto de descarada conveniencia, han optado por una danza de alianzas que resuena como un canto al oportunismo y la falta de principios ideológicos.

Seamos claros, la oposición ha arrojado sus cartas sobre la mesa y revelado su verdadera motivación: el poder a cualquier costo. Saben que su fragilidad política es innegable, como hojas arrastradas por el viento, y su única tabla de salvación es juntarse como aves de rapiña en busca de carroña. Han tejido un intricado tapiz de complicidades con otros partidos, entrelazando sus agendas en un retorcido intento de rescatar lo que una vez llamaron “voto duro”.

Es irónico, incluso trágico, que estos actores políticos parezcan dispuestos a vender su alma ideológica por un atisbo de poder. No importa cuántos valores hayan pregonado en el pasado, cuántas promesas hayan hecho a sus electores, todo se desvanece en un mero parpadeo ante la posibilidad de volver a sentir el terciopelo de los asientos en los salones del poder. Como si fueran actores de un drama trágico, están dispuestos a prostituir sus principios en un intento desesperado por sobrevivir en el escenario político.

El desdén por el bienestar de la nación y su pueblo es palpable. Han desechado cualquier compromiso con el progreso de México y sus ciudadanos en favor de un único objetivo: la restauración de sus privilegios y concesiones. Son arquitectos de su propia narrativa de codicia y ambición, dispuestos a forjar nuevos fideicomisos en los que sus bolsillos puedan llenarse de monedas doradas mientras la población sigue lidiando con problemas reales y apremiantes.

No cabe duda de que la política es un juego de poder, pero es precisamente en este momento que se desnudan las verdaderas intenciones de aquellos que se autodenominan líderes, como Alejandro “Alito” Moreno, Jesús Zambrano, Marko Cortés y su mecenas, Claudio X. González. La falta de integridad es flagrante, y su cinismo se revela en cada movimiento calculado. No se trata de una búsqueda por el bienestar de los ciudadanos ni por un futuro próspero para México, sino de una danza egoísta por el trono que les otorgará el poder para tejer su tela de araña de intereses y beneficios personales.

En última instancia, esta siniestra exhibición de deshonestidad política y desprecio por el país y sus habitantes solo confirma lo que muchos temen: la búsqueda del poder ha corrompido a estos actores hasta la médula, transformándolos en títeres de sus propias ambiciones insaciables. Mientras tanto, la esperanza de un México mejor y más justo se desvanece en el trasfondo, eclipsada por las sombras de una oposición que ha elegido el camino del oportunismo y la conveniencia sobre la autenticidad y la responsabilidad hacia la nación que afirman representar.

Estamos ante dos proyectos de nación. El movimiento de la 4T, intentando sacar de la pobreza a esa sociedad que siempre fue olvidada, que según cifras ya van 9 millones de mexicanos y por otro lado, está el Frente “Amplio” por México (que de amplio no tiene nada), que busca regresar a esos y más millones a la pobreza y meter a unos cuantos a la lista de privilegios, ya que, recordemos que en el periodo neoliberal, la riqueza se concentró en unas cuántas manos y en contraste, el número de pobres también.