Desorientados

RUMBO MX

Daniel Abundis

Falta poco más de un mes para la realización de un mundial de futbol cargado de narrativas en muchos términos; más allá de ser la primera copa mundial de la FIFA a disputarse en un país de Oriente Medio; hay una serie de factores que se tendrían que analizar en torno a la “perla del golfo”.

La desinformación, el orientalismo y el simplismo de la prensa ha hecho que el mundo voltee a Qatar a la luz de estereotipos, clichés, ignorancia, pero, sobre todo, desconocimiento de una región que lleva poco tiempo siendo referente en las dinámicas económicas y geopolíticas del constructo social conocido como Medio Oriente.

Y es que, apenas hace un siglo este pequeño enclave del Golfo se encontraba en el anonimato; su población se dedicaba a la pesca y a la recolección de perlas. Sin embargo, con el descubrimiento de petróleo y gas, su rol cambió drásticamente en los últimos años; convirtiéndose en un escenario lleno de polémica, y argumentaciones coyunturales por arte de la prensa local, regional e internacional.

En este tenor, y en el contexto de una dinastía (la familia AL-Thani) Qatar se ha posicionado como un actor pivote en la región. Lo anterior, tomando como punto de partida el eje que implica el soft power; particularmente a través de la televisora Al-Jazeera, misma que consagró como uno de los canales más populares del mundo árabe/musulmán, después del 11 de septiembre.

11,596 kilómetros cuadrados de territorio que solamente en la teoría convergen en dinámicas con otras petro-monarquias de la zona. Pero, que en realidad mantienen una dinámica muy peculiar en cuanto a reforzamiento de su identidad y políticas en torno al financiamiento de grupos islamistas y apoyo a ciertos gobiernos; lo anterior en contraposición con ejes como Emiratos Árabes Unidos, y Arabia Saudita.

Los Al-Thani tienen menos de 200 años como casa reinante en Qatar (poseen las cuartas reservas más grandes de petróleo a nivel global, además de ser el primer productor de gas licuado en todo el orbe).  Entonces, un territorio como el de Qatar, cuya renta promedio por habitante es de las mayores en toda la región cabalga entre tradición y modernidad.

Desafortunadamente, lo anterior, es visto a la luz del simplismo, y dejando de lado que el ochenta por ciento de la población qatarí se concentra en la ciudad de Doha; además de que del total de la población solamente un veinte por ciento es árabe étnicamente hablando; situación que genera y ha generado históricamente complejas dinámicas migratorias en la zona; caracterizadas por la explotación, el segregacionismo, y la constante violación a los Derechos Humanos de malayos, nepalíes, filipinos, sirios, palestinos, indios y bengalíes quienes pagan según datos de Amnistía internacional entre 500 y 4300 dólares estadounidense por un contrato laboral en la “Perla del Golfo”.

A pesar de la parafernalia y excitación mundialista; las cifras no mienten, son duras y categóricas. Los trabajadores en su mayoría migrantes y no cataríes subsisten con un sistema de contratación ambiguo, en donde se les ofrece entre 300 y 500 dólares mensuales y reciben en promedio 150 dólares. Además de vivir en condiciones poco privilegiadas, bajo condiciones de explotación y precariedad de vivienda.

La pobreza y explotación de los migrantes, así como el numero de muertes que se han presentado en la construcción de los estadios para la copa mundial del 2022; contrastan con la política de opacidad de Qatar, pero también con los 2000 millones de dólares que facturó la FIFA en función del ultimo mundial de futbol.

Lo anterior aunado a la constante violación de Derechos humanos a distintos sectores de la población catarí.

Entonces, detrás del jubilo en torno al mundial, existe también un Estado segregacionista, anacrónico, y de privilegio que sentado en un barril de petróleo y de gas licuado impone normas de convivencia estatales y regionales; a través del financiamiento de grupos islamistas, imponiendo política exterior, pero, sobre todo, compitiendo para convertirse en uno de los referentes de una de las zonas más conflictivas del globo; pero también más desiguales. La idea entonces es desmitificar a las petro-monarquias, mismas que son vistas a la luz del turismo y las grandes postales, mismas que contrasta con los hechos en el terreno y las zonas más profundas de la citada territorialidad.

El jubilo y la expectativa mundialista reitero; contrastan con un Estado que se rige bajo la lógica del wahabismo, el tribalismo y las dinámicas de linaje de los Al-Thani. Todo lo anterior en una burbuja que esta caracterizada por una minoría árabe que se declara como musulmana y una amplia mayoría de migración flotante y que navega en condiciones de vida pauperizadas.

2000, Mil millones de dólares que se han invertido desde el anuncio oficial por parte de la FIFA en diciembre de 2010, contrastan con las dinámicas de pobreza, marginación y exclusión de un amplio sector de la población; que lejano a la zona central de Doha, mirara de reojo y con recelo la “gran fiesta del fútbol mundial”.

Las constantes denuncias de distintas organizaciones que se avocan a los Derechos Humanos hacen énfasis en como los trabajadores en Qatar, con el eslabón más débil de una cadena de abusos que encuentra la base de su pirámide en el “kafala”; sistema económico que implica que un “patrón” se quede con un porcentaje de las ganancias producto del esfuerzo de los trabajadores.

En tanto, Qatar es nota por su poder suave, su aerolínea y sus equipos de fútbol en el concierto europeo. Un análisis serio y no coyunturalista de la “perla del golfo”; implica una serie de narrativas críticas en torno, a un sistema anacrónico que navega en la opacidad a pesar de ser de los más “abiertos en la zona”, pero que sigue criminalizando conductas de las mujeres, y sorbe todo, de las minorías no heterosexuales.

Más allá de que ruede el balón para la inauguración del mundial; la falta de democratización, el financiamiento a grupos como la Hermandad Musulmana, Hamás y el régimen talibán; son sin duda, narrativas que Qatar ha mantenido en perfiles bajos. De los elefantes blancos al ser no un país con tradición futbolera, la espiral de pobreza y el evento sustentado en gas y petróleo, podríamos hacer un texto de manera independiente. La invitación entonces para todos y para todas, estriba en pensar la región más allá de los orientalismos de la prensa. Qatar, es sin duda, uno de los actores preponderantes en la zona, pero también uno de los que más opacidad presentan en cuanto a muchos temas.

El futbol sin duda es política. Máxime en una copa del mundo atípica y en función de los intereses económicos de Infantino y de la FIFA. Lo anterior, a pesar de denuncias y constantes violaciones a los Derechos Humanos.

Mientras tanto en México, la “noble afición” se sigue cuestionando con singular decoro el ¿Por qué? Sancionan a México por el penoso y famoso “grito homófobo” en los estadios nacionales. Pero se han organizado los dos últimos mundiales en países en donde de manera constante y vil se violentan los derechos de comunidades no heterosexuales. Hipocresía, doble moral, son lecturas simplistas. En un entorno en donde la geopolítica del gas y el petróleo juegan un factor importante e indispensable para un organismo como lo es la FIFA. La afición gritara los goles de sus selecciones en noviembre y diciembre próximos; pero sin duda, habría que alzar la voz en torno a muchas de las violaciones aquí presentadas. No solamente de futbol vive el hombre.