Francisco Daniel Abundis Mejía

Desorientados

El pasado 15 de mayo se realizaron elecciones generales en el Líbano. Lo anterior, en medio de la crisis en distintos niveles que se vive en el país de los cedros eternos. El citado proceso electoral, era clave, sobre todo, considerando que no se habían realizado elecciones, desde antes de la explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020.
Así, una sociedad hastiada, y sofocada por la hiperinflación, la devaluación al noventa por ciento de la libra libanesa, los constantes cortes del suministro eléctrico, la falta se suministro de agua, la corrupción, y las ciudadanías diferenciadas, respondió en las urnas; mismas que habrían de marcar el rumbo de cada uno de los 128 escaños que existen en el intrincado entramado político libanes; un sistema confesional anacrónico, abyecto, y que tendría que cambiarse en función de los drásticos cambios sociales que sufrió el Estado Libanes, en función de una cruenta guerra civil.
Los resultados de la elección fueron más que significativos; considerando las narrativas en términos de alianzas y procesos regionales que se pueden denotar en torno a los resultados. De entrada, podemos identificar dos grandes perdedores:
El Movimiento Patriótico Libre, partido político cristiano, que percibe la política desde una perspectiva “Secular” y que esta encabezado por el actual presidente y excomandante Michel Aoun. Este Movimiento político, ha sido un aliado estratégico del movimiento islamista Hezbolá. Se menciona entonces, que el partido del presidente libanés ha sido uno de los grandes perdedores en la elección, toda vez que el partido de las “Fuerzas Libanesas” organización que en sus inicios fue paramilitar, y que navega en la extrema derecha; obtuviera un mayor numero de escaños a través de Samir Geagea (aliado de occidente y de Arabia Saudita) y quien encabeza las preferencias para convertirse en primer ministro en las elecciones a llevarse a cabo en octubre del presente año.

Hezbolá, el segundo gran perdedor en las elecciones ha sido el movimiento islamista encabezado por Hasan Nasrallah, aliado estratégico de Irán y que bajo su numero de escaños en términos del hartazgo por parte de la sociedad libanesa. Cabe destacar que históricamente y desde su surgimiento el discurso de esta milicia convertida a la política ha sido la defensa del territorio libanes ante la “Entidad Sionistas” concepto con el cual se dirigen al Estado de Israel. No obstante a que actualmente la mayoría de la población en el país es musulmana; las políticas de islamización , las corruptelas, la crisis económica, y la falta de resultados claros y tangibles, que se reflejen en una mejora de la calidad de vida del libanes promedio, han llevado a la sociedad a castigar a los islamistas; haciendo recordar las premisas inmediatas después a la explosión del puerto de Beirut “Que se vayan todos”, haciendo énfasis en la incapacidad por parte de la clase política libanesa para gobernar el pequeño enclave de oriente.
En tal contexto ¿Cuál es el balance de las ultimas elecciones legislativas en el Líbano? En realidad, la narrativa cambia en función de las alianzas estratégicas de los distintos actores políticos del país. Con la perdida de escaños del Movimiento patriótico Libre y de los islamistas, Irán podría perder presencia en términos ideológicos, y pragmáticos (no del todo, al ser el mecenas de Hezbolá). Situación que realinearía los posicionamientos geopolíticos de la región, toda vez que las fuerzas libanesas son alidadas estratégicas del régimen de Riad.
Con este escenario, en octubre se elegirá un primer ministro que poco o nada podrá hacer en términos facticos; si la situación en el país no cambia. La realidad de fondo estriba en que el sistema no es funcional, la sociedad y su densidad poblacional y confesional ha cambiado; y, sobre todo, que no hay futuro al interior de un Estado en donde el ochenta por ciento de su población ronda el umbral de la pobreza según cifras de las Naciones Unidas y el Banco Mundial.
Lastimosamente, de nueva cuenta las elecciones no cambian en nada a situación de la sociedad, quien observa simplemente como se puede cambiar un patrón de cercanía; pasando de Irán hacia Arabia Saudita y Occidente, rememorando las políticas empleadas por la dinastía Hariri; mismas que empobrecieron a un gran sector de la población, y enriquecieron a ciertas elites.
La consigna habría de ser clara; no hay acercamiento hacia Arabia o Francia, si no se dan garantías de un cambio social representativo; mismo que haga que la sociedad deje de buscar opciones de migración a los países del gofo, y que mejore las condiciones de vida pauperizadas en un Estado que ya no compra el discurso de los islamistas, y que mucho menos se casa con narrativas de una secularidad disfrazada en medio de un caos confesional, que emana de un sistema que se sabe ya no se adapta a la realidad del país, y mucho menos es funcional.