¿Sabía usted que el día de ayer, 21 de noviembre, se celebró el día mundial de la pesca? Esta celebración es reciente pues data apenas desde 1998, es decir, camina prácticamente aparejada al presente milenio.

La pesca es un sector productivo con ciertas particularidades, pues aun cuando su producto llega a prácticamente cualquier rincón del mundo, tiene protagonismo como actividad económica sólo en los países con litoral, independientemente de que también existan especies de agua dulce. Además, las especies que se producen a través de la acuacultura no pertenecen propiamente a la actividad pesquera.

Al hablar de la pesca marítima, México ocupa un lugar importante en la escala mundial, lo cual va muy de la mano con la amplitud de sus costas y la variedad de especies comestibles que da el mar mexicano.

Varias de las especies que aquí se capturan son de lo más codiciadas en el mercado internacional. Paradójicamente, es común ver ese producto de regreso por vía de “importación”, pero empacado para venderse en los grandes almacenes.

En mi época como estudiante de la carrera de derecho, uno de los mejores profesores que tuve nos comentó que se dedicó, en algún momento de su ejercicio profesional, a representar jurídicamente a
algunas de las ya extintas “sociedades cooperativas de producción pesquera”.

Con motivo de la representación legal que les ofrecía, el abogado conocía bien ese negocio, pues su labor le hacía necesario involucrarse con gran cantidad de documentación que ahí se generaba.

En alguna ocasión compartió un dato que me dejo sorprendido: en las décadas de los 70’s y 80’s, la pesca del camarón, exclusivamente, generaba mayores ganancias que el narcotráfico.

El dato da cuenta de la enorme cantidad de dinero que generó el negocio de la pesca y, a pesar de que por generar recursos no renovables es normal que decaiga la producción con los años, de cualquier modo, sigue siendo una labor altamente productiva.

No obstante, a pesar de su importancia a nivel nacional (e internacional por la cantidad de mercancía que México exporta en ese rubro), tristemente parece un sector, en el mejor de los casos, olvidado
por gobierno o sociedad.

Y digo en el mejor de los casos olvidado porque, por ejemplo, cuando se trata de recordarlo a nivel de documental, generalmente se le asocia con la pesca furtiva o con algún tipo de pesca que “acaba” con otras especies. Ahí está el ejemplo de la vaquita marina o de la tortuga: sirven para recordar esa actividad con una connotación negativa. En muchos casos, como si la realizaran personas al margen de la ley o delincuentes.

También es común que, al hablar del gremio pesquero, es decir, de las personas de carne y hueso que realizan tan noble labor, se les asocia con personas “de lo más bajo”, en los aspectos socio-cultural.

En verdad, ¿habrá personas que crean que alguien con maestría y doctorado querrá dedicarse a una labor tan peligrosa y extenuante? A menos que sea pesca deportiva, esa que se lleva a cabo rodeado de amistades en un yate de lujo un domingo, quizá. De lo contrario, no lo creo.

Por parte del gobierno, las cosas no mejoran. El actual presidente no pierde oportunidad de publicar los platillos que degusta en sus giras. No recuerdo que en alguna de ellas haya presumido alguna de las exquisiteces que producen los mares mexicanos. No sale de los tamales de chipilin, la birria y la barbacoa, como si la cocina mexicana se limitara a eso. Como si los más de 100 millones de mexicanos nos limitáramos a comer esos platillos.

A lo mejor, en su palacio sí le sirven esos manjares del mar mexicano, pero es algo que no se puede publicitar para no dañar la imagen de austeridad y cercanía al pueblo. No se vería bien comiendo un platillo de camarones empanizados categoría U12 (medida que significa que con tan solo 12 camarones se conforma una libra).

Pero en general, los gobiernos anteriores tampoco se distinguieron por hacer caso al sector pesquero.

El de José López Portillo fue el gobierno que más daño le hizo al sector con la expropiación que decretó en 1982. El de Carlos Salinas fue, quizá, de los que más hizo, al darse cuenta de que la flota pesquera no tenía por qué estar en manos del gobierno, y la volvió a privatizar para devolverla a quienes verdaderamente conocían ese negocio.

Muchos dirán que la política de Salinas fue neoliberal, al devolver al sector privado la pesca, pero, en realidad, fue de lo más acertado. El gobierno mexicano nunca se ha caracterizado por ser un buen empresario, menos aún en un negocio tan complejo y volátil como el de la pesca.

Mientras, hay quienes se rasgan las vestiduras por los problemas del campo o por los retos que enfrentan otras actividades productivas, pero nunca voltean a ver la pesca, más que para criticar que el producto se encarece en semana santa. Como si los peces brincaran espontáneamente a la embarcación.

Así, el sector pesquero es de los más olvidados y, por qué no, satanizados. Se suele recordar para acusarlo de estar acabando con otras especies de peces o con los corales, pero se suele dejar en el olvido cuando se tiene un plato de langosta o de atún sellado enfrente, como si esto fuera posible a través de un truco de magia.

* Licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente ejerce en el Poder Judicial de la Federación. También ha prestado sus servicios al INAI y a la SEGOB, entre otras instituciones.