Es innegable la importancia del Instituto Nacional Electoral (INE) para la incipiente democracia mexicana.

Nadie en su sano juicio desearía que la organización de los comicios regrese a manos de la Secretaría de Gobernación como en los oscuros tiempos de la Dictadura Perfecta. Por eso nos preocupan los embates y recortes presupuestales que debilitan a este organismo.

Sin embargo, también nos debería de preocupar como desde adentro del INE han minado su credibilidad con gastos suntuosos y un presidente protagónico, a quien se le notan a leguas las ganas de soltar el silbato arbitral y meterse a patear el balón en la cancha. No estoy de acuerdo con que al INE se le recorte el presupuesto por casi 5 mil millones de pesos, ni tampoco con la campaña de descrédito que están sufriendo la institución. Pero tampoco estoy de acuerdo en la falta de sensibilidad de los consejeros electorales que se aferran a sueldos legales, pero inmorales; a quienes no se les ve la más mínima pizca de empatía con un pueblo empobrecido.

Los organismos autónomos, permiten la garantía y tutela de diversos derechos o procesos importantes para el país, sin que el gobierno sea juez y parte. Esto nunca ha gustado a los políticos, quienes siempre buscan la forma de desactivarlos o convertirles en figuras de ornato.

Si existiera un manual para ello, este constaría de las siguientes acciones, que incluso se pueden aplicar de manera combinada.

  1. El estrangulamiento presupuestal
  2. La captura de los espacios de consejeros o comisionados con nombramientos a modo
  3. Las reformas legales para debilitar, desaparecer o fusionarlos
  4. La denostación contra las instituciones y sus integrantes

Al INE le están aplicando varias, pero la que ahora se discute es el recorte del 26 %, a su presupuesto para el 2022, con el cual será imposible realizar la consulta de Revocación de Mandato.

Muchos piden que el INE recorte sus gastos, pero eso es imposible o insuficiente, porque el Instituto Nacional Electoral no solo organiza comicios, sino que tiene otras actividades sustantivas, como la emisión de la credencial para votar con fotografía (que implica rentar módulos de atención y pagar salarios y materiales); la fiscalización de los recursos de precampañas y campañas (en 2022 habrá elecciones en seis estados), el monitoreo de tiempos de radio y televisión, el manejo del padrón electoral y la lista nominal, entre otras funciones que se le han ido sumando en los últimos años.

Pero también es cierto, que ha habido escándalos en el manejo de los recursos públicos (algo que se repite en diversos organismos autónomos). Por ejemplo, el periodista Hernán Gómez Bruera, publicó que en 2019 el presidente Lorenzo Córdova gastó 114 mil pesos en restaurantes. En total, once consejeros gastaron 794 mil 409 pesos solo en comidas.

Y el otro aspecto que se les ha criticado es su elevado salario de 246 mil pesos brutos al mes. Yo considero que quien se ha preparado técnicamente merece un salario digno e incluso elevado, pero tampoco estoy de acuerdo en esos salarios que rayan en el escándalo. Cuando expongo esto en charlas de café, los defensores de los sueldos estratosféricos me refutan que rebajarse el salario atenta contra la ley.

Y eso es una hipocresía, pues hemos visto en la clase política omite esa defensa a ultranza de la legalidad cuando se trata de temas que no les pegan en el bolsillo. Curiosamente cuando se habla de pesos y centavos, es cuando sí se convierten en paladines de la justicia.

No podemos ser ingenuos al creer que los recortes que el INE puede hacer en los privilegios de sus altos directivos, o con otras medidas de austeridad, compensan el brutal recorte que el Gobierno Federal les aplicó en el Presupuesto de Egresos 2022. Ni por asomo se acercan.

Sin embargo, esos recortes brindarían a la sociedad ciertas señales de sensibilidad empatía. El prestigio es más importante que el dinero y lo que los consejeros ganarían al reducir sus privilegios, sería mucho más valioso que lo que puedan recibir en percepciones, Y no le darían flanco a sus implacables críticos.

De hecho, ya con el agua al cuello, el INE anunció una serie de reajustes presupuestales. Pero ya parece demasiado tarde para eso. Dice el dicho que “crea fama y échate a dormir” y a estas alturas será complicado sacudirse la percepción social que generaron sus altos salarios y privilegios. El daño está hecho.

El recorte presupuestal al INE es imperdonable, por donde se le vea y por eso me parece adecuado que presenten el recurso ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ahí se dirima esta controversia.
Pero también ha sido lamentable como los consejeros y un presidente excesivamente protagónico ha minado desde adentro a tan noble institución.

El INE, no es el castillo de la pureza. Pero eso no significa que debamos demolerlo, sino más bien remodelarlo y quizá cambiar a algunos de sus inquilinos y la forma en que se administra. No debemos permitir la regresión absoluta de la desaparición del instituto, pero tampoco podemos admitir la existencia de desproporcionados privilegios.

Defendamos al INE y a su autonomía.

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