La figura de Luis Donaldo Colosio ha sido construida, en gran parte, después de su fallecimiento.

Sus detractores, pero, sobre todo, los de su partido, principalmente señalarán a perpetuidad que el sonorense es solamente un mito, derivado de la esperanza que se depositó en su candidatura a la presidencia, malograda finalmente por su asesinato.

No obstante, recién cumplidos sus 44 años al momento de su fallecimiento, el político sonorense contaba ya con una larga trayectoria en la vida pública del país.

Nunca se le perdonará ser elegido por el ex presidente Salinas para ser su sucesor, pero en su haber ya figuraban los cargos de diputado, senador, presidente del PRI y secretario de estado.

A 27 años de su muerte mucho se le recuerda por su famoso discurso del 6 de marzo de 1994, que es visto como el rompimiento con Salinas. Sin embargo, aun cuando el contexto de esas palabras se dio a propósito del LXV Aniversario del PRI, una buena parte de ellas debería ser recordada, tristemente, como un diagnóstico que no requiere actualización.

En tal sentido, la culpa no sería de Colosio, por más que se le asocie a la designación unipersonal de Salinas. El sólo fue parte de una historia inacabada, que terminó en un magnicidio.

El quinto mandato presidencial después del fallecimiento del extinto candidato se encuentra en curso. ¿Qué necesita México para estar mejor?

Algunos ven como logro el andamiaje institucional que se ha ido creando a lo largo de los años. Es un avance, desde luego. Pero el México del que hablaba el candidato sigue existiendo: el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas. El México que exige respuestas. El que ya no puede esperar.

Decía el entonces candidato que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder, la cual da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos y a los excesos.

El veía un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar. Un campo empobrecido y trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan fueron parte de las líneas de ese 6 de marzo.

En su visión también estaban los jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción.

También fueron mencionadas las mujeres: mujeres con una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de nuestros días.

El candidato trató de incluir a todos los sectores. Los empresarios fueron mencionados, no como opresores, sino como gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo, pero a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites y por la discrecionalidad en las autoridades.

Los profesionistas, maestros, universitarios e investigadores ahí estaban también.

Y también estaban, no como sector específico sino como parte de una generalidad, ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan.

La síntesis es un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

A 27 años de ese discurso y del fallecimiento de Luis Donaldo, ¿usted cree que ya cambiaron algunas de esas palabras?

 

El autor es licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente ejerce en el Poder Judicial de la Federación. Ha sido Director de Colaboración y Programas Interinstitucionales con las Entidades Federativas en el INAI y Director de Enlace Legislativo en SETEC, entre otros cargos.