Así es. Emilio Lozoya Austin, ex director de Pemex y otrora prócer del entonces nuevo PRI – hoy convertido en semillero de presidiarios y fugitivos- encendió el ventilador para hacer volar la inmundicia por toda la habitación y salpicar a peñistas (Videgaray o Meade), blanquiazules (Anaya, Cordero) y hasta a algunos morenistas (Barbosa y Jiménez Espriú).

Si esto es un show o no, como se quejan los tricolores y los panistas, es lo de menos. La justicia siempre es bienvenida.

Es cierto. No debe ser selectiva, sino pareja y ciega, pero esa máxima no es argumento para minimizar las tropelías cometidas en el pasado sexenio, que se caracterizó como el de mayor corrupción en la historia reciente de México.

¿Esta situación puede fortalecer a la Cuarta Transformación? O mejor dicho al gobierno del presidente López Obrador, que desde su visita al presidente Donald Trump, está viviendo una nueva primavera política luego de meses muy malos.

Sería simplista decirlo así. Porque ahí está la amenaza de bomba del coronavirus, que sigue creciendo y no tarda en explotar. Hay otro temas que se deben resolver, por supuesto, como el abasto de medicamentos contra el cáncer para los niños –algo que ha manchado a la 4T- y la inseguridad que no da tregua, además de la recuperación a la economía que vive una recesión.

Pero si nos enfocamos en este terreno particular, del combate a la corrupción, por supuesto que el tema lo tiene en bandeja de plata.

Recordemos que este, el combate a la corrupción, fue una de las grandes banderas de López Obrador. El tabasqueño triunfó en 2018, entre otras cosas, porque la gran mayoría de los electores quería ver encarcelados a quienes son acusados de presuntos actos de corrupción.

Por eso hubo muchos decepcionados cuando anunció un “borrón y cuenta nueva” que fue interpretado como un perdón a los corruptos.

Ahora la mesa está servida para recobrar la aclamación popular de quienes se dicen decepcionados, si sigue pescando peces gordos y no se le escabullen. Ya cayeron Rosario Robles y César Duarte y el ex ministro Medina Mora renunció a su cargo. También van contra Tomás Zerón y Lozoya, ya está colaborando bajo la figura del “criterio de oportunidad”, revelando información.

No hay casi nadie –al menos en redes sociales- que esté saliendo a defender a los peñistas (excepto algún reconocido representante de la mal llamada “prensa fifí”). Al contrario, hasta se percibe un sentimiento de alegría. El pueblo se frota las manos para verlos caer.

Digamos en términos beisboleros. El presidente López Obrador tiene la casa llena sin outs. Sería el colmo que no pegara aunque sea un hit para anotar una sola carrera. Aunque si quiere apuntarse un Grand Slam (un home run con cuatro corredores en las almohadillas), bien podría empezar a pensar en apuntar las baterías al único que hasta ahora sigue con su copete sin despeinar: Enrique Peña Nieto.

Si realmente todos los caminos llevan a Peña Nieto (como cabeceó en su portada hace algunos días la Revista Proceso), López Obrador tiene en sus manos el revulsivo para revivir en definitiva su gobierno de aquí hasta el 2024, en materia de combate a la corrupción.

¿O acaso estarán guardando el cartucho, precisamente, para tiempo electoral?