Carolina Toro*

El pasado sábado el presidente de México, presentó un decálogo más a los que ya nos tiene acostumbrados, en esta ocasión fue uno para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad. 

Su mensaje, inicia con una invitación a los ciudadanos a seguir su propio criterio y llama a recobrar el sentido de la libertad para que cada uno decida cómo protegerse de la enfermedad; algo muy parecido al llamado a la responsabilidad individual que hizo el gobernador Alfaro la semana pasada.

 

La sensación que dan estos mensajes es de desamparo. No por una visión paternalista sino porque que ambos líderes están echando mano de los principios del individualismo que se contraponen a una visión colectiva y comunitarista de las soluciones a los problemas comunes. Entre líneas, el mensaje se interpreta de la siguiente manera: Aunque el problema sea de todos, cada quien vea como lo entiende y como sale lo mejor librado posible en su pequeño espacio personal. Será que a ambos mandatarios los rebasó la posibilidad de orientar a la ciudadanía? de mediar los intereses de una economía que los pone contra las cuerdas bajo esa falsa dicotomía de salvar vidas o empleos? O se ven limitados para liderar los procesos sociales de cuidado?

 

En parte es una salida cautelosa, aunque muy irresponsable; pero comprensible cuando se ha desgastado la autoridad, sobre todo en el caso de Jalisco. Los acontecimientos recientes de violencia policial y desapariciones forzadas han mostrado que a mayor uso de la fuerza más se pierde autoridad y también, que el abuso de los anuncios extraordinarios y mediáticos han llevado a una escalada en la comunicación que ya no logra llamar la atención de los ciudadanos, ni hacer que atiendan el mensaje central. La renuncia para comunicar a través de campañas sociales para concentrar la vocería en el máximo titular del ejecutivo, es una estrategia que se agota en el peor momento.

 

En el caso del presidente de la república y su catálogo para enfrentar el coronavirus, se  hizo un llamado a dejar el egoísmo y el consumismo; bajar de peso; hacer ejercicio; evitar el estrés; tomar el sol; alimentarse bien; tomar más agua y resguardarse en la familia como esa gran institución de seguridad social, entre otras.

 

Se valora que el discurso del presidente sea más cercano y humano que los discursos superfluos a los que nos tenían acostumbrados los anteriores mandatarios. Pero éste mensaje del decálogo es tan superficial como los anteriores, no en la forma, sino en el fondo. Pues lograr esa vida a la que el presidente nos invita, no depende de la voluntad de cada persona, ni de sus ganas, ni de su entusiasmo; hay condiciones estructurales que deben ser modificadas por la acción de gobierno para que eso sea posible. El presidente no reconoce esto y olvida que el estado debe regular, invertir, coordinar y emprender las acciones para que todos tengamos ese nivel de vida al que se aspira.

 

Aquí algunos ejemplos de lo vacías que suenan algunas de sus sugerencias:

 

  1. No ser consumistas no es propiamente un llamado reflexivo para 61 millones de mexicanos que tienen un ingreso inferior a la línea de pobreza y cuyos recursos no alcanzan ni para lo básico de su manutención.
  2. Evitar el estrés puede ser difícil para los habitantes de las grandes ciudades que tienen pésimos sistemas de transporte público que le implica a los usuarios perder 69,000 millones de pesos anuales en oportunidad de ingreso.
  3. Cultivar o criar animales en el traspatio de las casas no suena sencillo para un México urbano y para los más de 13 millones de personas que viven en hacinamiento o viviendas de mala calidad y casi 25 millones que habitan viviendas sin servicios básicos.
  4. Tomar mucha agua, en éste país no se puede simplemente abrir la llave y hacerlo. Según el banco mundial, México es de los países que presenta un alto riesgo por la mala calidad del agua debido al deterioro de las fuentes hídricas y la falta de tratamiento adecuado. Debido a esto, somos el mayor consumidor de agua embotellada per cápita, (480 litros al año) 

El INEGI reportó que en 2017 el 76.3% de los hogares compraban agua de garrafón o botella para beber. El acceso al agua está lejos de ser un derecho humano garantizado por la poca regulación del estado a la contamincación de cuerpos de agua y falta de inversión en tratamiento y agua potable en las ciudades.

  1. Incluso, hacer ejercicio, eso que pudiéramos hacer sin que implique un costo. También depende de las condiciones que lo faciliten. En México tenemos un déficit de espacios públicos y áreas verdes casi de la mitad de lo recomendado a nivel internacional.  
  2. Finalmente, amar y proteger a los ancianos es indispensable, en eso estamos de acuerdo, pero el estado tendrá que ser más eficiente en garantizar protección social al 16 por ciento de los adultos mayores que sufre rasgos de abandono y maltrato y el 20% de ellos vive en soledad.

 

Como vemos, el decálogo es una lista aspiracional para un país que necesita mejores condiciones para ese buen vivir que referencia el presidente y para ese actuar con responsabilidad individual al que llama el gobernador.

 

Nuestra estructura económica y social demanda gobierno que haga muchas cosas todavía. Y la pandemia demanda salidas colectivas, organizadas, solidarias y moralmente justas. No estamos en la etapa en la que pueden soltar su responsabilidad en ninguna circunstancia. Lo que hagan o dejen de hacer las autoridades en éste momento tendrá repercusiones incluso en el desarrollo a largo plazo. No se vale soltar la cuerda justo cuando el agua nos está llegando hasta el cuello.