CIUDAD DE MÉXICO, 07ABRIL2020.- Compañías telefónicas pondrán en marcha un plan de llamadas con 100 minutos gratis como método de emergencia para los usuarios que sean de prepago, esto con motivo de la pandemia de Covid-19 y la Emergencia Sanitaria en el país. La medida consiste en 100 minutos de llamadas gratuitos y de 150 mensajes de texto (SMS) que no tendrán costo alguno. Las compañías que ofrecerán estos beneficios son Telcel, AT&T y Movistar.ç FOTO: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM

 México, 2020.- Qué difícil escribir un artículo como este. Veo una postura muy clara en contra de la reapertura de las actividades económicas de México como una cara de la moneda. En la otra cara, veo a quienes presionan para que se regrese a la normalidad, llámase nueva o diferente, pero lo que más se parezca a lo que éramos en febrero, enero, diciembre… Antes.

En el caso del Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, el discurso ha dado un giro. Del duro mensaje de quedarse en casa y usar cubrebocas de forma obligatoria, ahora el mensaje es la reapertura económica y la responsabilidad individual, con una invitación a quedarse en casa y a usar el cubrebocas, no más un asunto que riña con la autoridad. Es un mensaje a que cada quién se haga responsable de sus actos, de su nivel de cuidado sanitario para evitar contagiarse y contagiar a los demás.

Vemos a los empresarios, dueños de negocios, autoempleados y empleados que están ganando la mitad de su sueldo, o nada, totalmente desesperados, angustiados, presionados. Reabrir o morir económicamente, que eso es mejor que morir de coronavirus, pero también se muere hambre. Difícil disyuntiva. “Nadie se va a morir de hambre, qué exageración”, dirán algunos. La realidad es que muchísima gente está a punto de entrar a ese riesgo. Gente que ganaba lo mínimo indispensable para sobrevivir al día, que sabe que no hay suficientes solidarios ni suficientes programas de gobierno para alimentar a la población y que en muchos, muchísimos casos, deben rascarse con sus propias uñas, a pesar de que la pandemia les ha cortado los dedos.

Difícil situación, pero que nos lleva en realidad a un falso debate. La cuarentena que no fue, se fue. El porcentaje de gente que se encerró una vez ya no volverá a encerrarse tan fácilmente, los que nunca se encerraron y simularon su cuarentena, jamás se encerrarán y menos podrán ser molestados por una autoridad acusada de provocar un ambiente de abuso policial por no traer cubrebocas. Eso no lo volveremos a ver, tan es así, que este hecho de la muerte de Giovanni López, aunque fue asesinado por la policía de Ixtlahuacánd de los Membrillos, cimbró tan duro al gobierno de Jalisco y a la Fiscalía, que fue clave para el cambio de tono y la flexibilización de las medidas.

Entramos a un camino sin retorno. El tiempo de cuarentena ya pasó y tristemente no hubo tal cuarentena. El confinamiento debió parecerse más a España e Italia. Nadie en la calle, solo quienes desempeñaban actividades estrictamente urgentes, uno solo para comprar comida, con todas las medidas, no había transporte público, no más de dos personas en un auto, ni siquiera salir a correr, cero actividades en parques, todo cerrado, todo: incluyéndo restaurantes, que en algunos casos solo tenían servicio a domicilio. Un desierto en las calles, por dos meses, casi tres, una verdadera cuarentena con un cuasi toque de queda, como se aplicó incluso en algunas ciudades de Estados Unidos.

En México otra realidad: una cuarentena que cada gobierno estatal fue poniendo a ritmos distintos, con un gobierno federal que en lugar de cuarentena la llamó Jornada Nacional de Sana Distancia y la terminó en el pico de contagios, con un presidente urgido por retomar giras, que tardó en guardarse y que ahora recomienda salir a hacer la vida normal sin miedo, aunque con cuidados de higiene, con un sector productivo y empresarial pagando los platos rotos de los irresponsables que nunca se encerraron aunque podían, con un transporte público funcionando casi de forma normal, con letreros y avisos de que era zona de alto riesgo de contagio – como si ese anuncio les inhibiera a usar el tren ligero, metro o camión –, con los estados de WhatssApp de miles de personas infestados de las crónicas, fotografías y evidencias de su desafío y protesta de baja intensidad: fiestas por aquí, reuiones por allá, albercadas más allá, con un amplio sector de la población que no cree en la pandemia, con otros tantos que además consideran que hay una conspiración internacional detrás, con personas que queman hospitales Covid, que arrojan cloro a enfermeras, con una sociedad que nunca dejó de moverse en su totalidad, que siguió abarrotando supermercados, mercados populares, centrales de abastos, tianguis, y un larguísimo etcetera que me confirma y reafirma el título de este texto: la cuarentena que no fue.

El doctor Eduardo González dijo en un programa de Análisis con Rumbo que era la cuarentena de las dos mentiras: ni fueron cuarenta días ni toda gente se encerró en su casa. Lo suscribo.

Hoy, todo esto nos lleva a un camino sin retorno, un camino tapizado de muertos y de contagios, o quizá no, el tiempo lo dirá. Un camino que permitirá la reapertura de negocios, mas no de eventos masivos, pero un camino que probablemente sea confundido con que la pandemia ya desapareció y ahí está el riesgo, pero es un riesgo inevitable. Basta con salir a la ciudad para darnos cuenta que la gente ya vive su nueva normalidad, más normalidad que nueva.

Ideas van, ideas vienen. Sabina Sherman proponía una gran concertación para que todo mundo se vuelva a quedar en casa. Gran idea, el problema es que nadie coordinará esos esfuerzos. Hay solidaridad, pero está en ciertos grupos, aislada, desorganizada, sin mucha continuidad. Esas ideas son geniales, pero no se ve por dónde se puedan llevar a la práctica.

Muchos seguirán en estos días diciendo que se detenga la reactivación económica. Muchos de ellos desde el privilegio, muchos desde la conciencia, pero nadie sabe lo que pasa el otro, la empatía no solo debe estar en la parte de la salud, sino en la parte económica. No hablamos de hinchar de billetes al empreario, hoy hablamos de una simple premisa de supervivencia. Y para entender eso, debemos tener empatía.

La responsabilidad individual.

Quien debe usar un camión y tocar el tubo para sostenerse, deberá lavarse las manos de inmediato, pero si alguien estornuda y le cae el virus, tendrá entonces qué lavarse todo o toda, pero se dirige al trabajo, entonces qué hacer. Y si se contagia y contagia, ¿no fue responsable? Tal vez no fue su intención enfermar. Es una triste realidad, pero es eso, realidad, y no una licencia para retomar las activiades a placer, sino para contribuir a la reactivación económica con el debido cuidado, hasta donde se pueda, hasta donde alcance.

No hubo gobierno, autoridad, policía, política pública, regla, norma, indicación, nada que lograra el confinamiento total como lo vimos, hoy es ocioso pedir que se vuelva a cerrar todo o que se aguante un mes más o dos semanas la reapertura, cuando no hay garantía de que los casos bajen o se estabilice la curva. Nada es garantía.

Hoy, es aprender a convivir con el virus, ¡vaya tema!, pero ya estamos ahí y no hay camino atrás, y si lo hay, me gustaría concocerlo, porque no lo veo, al menos en la práctica y en la realidad, no hay reversa. Es una PANDEMIA, así de grave como para no quedarse en casa, pero así de grave como para quedarse en casa y morir de hambre, pues no se ve el final. Cualquiera de las dos frases ensambla. Es la realidad que nos tocó vivir. El único camino posible en México es ya la inmunidad de rebaño, aunque en el camino queden muchas ovejas.

Agradezco sus comentarios en @Edgar_OlivaresG