En el marco en el que nos encontramos como país, que en teoría está en pleno desarrollo, deberíamos hacer profundas reflexiones sobre el modelo educativo, sobre todo si de verdad queremos generar cambios importantes en el país.
Una intervención socioeducativa persigue la consecución de cambios en la realidad social, orientados a la mejora de las condiciones de vida y el bienestar del individuo, del grupo social y del de todos los sectores que la conformamos, es decir, debemos tener la capacidad desde temprana edad de reflexionar sobre la sociedad misma, tanto en su dimensión de crecimiento futuro, como en las naturalidades de la convivencia social.
Se trata que como grupos sociales (territorialmente hablando) logremos asumir el sentido de autonomía, conocimientos y nuevos aprendizajes como ciudadanos, haciendo frente a la individualización de los riesgos, para que al final de cuentas la responsabilidad del éxito o fracaso sea repensada como una situación personal.
Tendremos que partir entonces de dos momentos simultáneos, para cada generación e ir integrando una nueva forma de pensamiento y acción, que nos de los referentes progresistas educativos para que podamos lograr una mejor calidad de generación de respuestas a los nuevos retos que enfrentamos de manera globalizada.
Como primer paso tenemos que pensar en los jóvenes que serán la nueva fuerza productiva para el país y que tomarán la representación social en sus manos y ponernos sobre una la realidad que vivimos, la conectividad y los alcances que nos dan estas interconexiones.
La nueva preparación que deben tener si es responsabilidad del modelo educativo nacional, y no solo por generar carreras que serán demandadas en el futuro, también es necesario pensar en el tema político y de Gobierno.
En el escenario político podemos darnos cuenta que se valora mucho más a la democracia que a la capacidad, eficiencia y eficacia, por eso mismo los propios políticos no entienden la necesidad de estudiar teorías y prácticas de gobierno durante su formación.
La capacidad para gobernar en América Latina es muy baja, porque aunque existan proyectos de gobierno ambiciosos, llevarlos a práctica es demasiado complejo por un sinfín de razones, entre ellas la incapacidad de procesar los problemas y de definir el rumbo de la oficina del gobernante.
Esto debería ser una de las principales preocupaciones del modelo educativo nacional, porque si bien existen carreras enfocadas a la administración pública, no basta únicamente con enseñar a nuestros jóvenes a ser profesionistas, necesitamos profesionales.
La intuición no resuelve problemas públicos, además de que no todas las ideas tienen buenos resultados y no todo son políticas públicas, se trata de estabilizar el sistema social, que todos tengamos nuestra parte para construir un mejor futuro.
Desde la sociedad, la nueva preparación tendría que darnos una ventaja enorme, para que podamos unirnos y generar proyectos de rescates públicos en todas las sus materias, salud pública, entornos sociales dignos, convivencia humana, apoyo a proyectos colectivos de infraestructura etc.
La sociedad puede tomar el rumbo de sus comunidades, y si nuestros gobernantes contaran con herramientas eficaces de comunicación, podríamos generar una inercia firme hacia un México próspero, donde nuestros niños aprendan cosas nuevas en valores y capacidades para construir sus propios sueños.
México nos ha dado un camino lleno de esperanzas que hemos desperdiciado por la falta de voluntad social y política, pero estamos en un gran momento para comenzar a repensar nuestro país, como una casa donde todos vivimos y donde podemos apostar por una vida diga y un futuro lleno de sueños construidos.