Pobre, e insuficiente resultó el informe de AMLO este pasado 01 de septiembre, pues a pesar de que ya muchos han hablado de la inseguridad creciente, de la falta de empleo, del despilfarro y la mala decisión de tirar miles de millones de pesos en obras faraónicas como el Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas, además de un sinfín de cifras negativas que han ocurrido a lo largo de estos tres años del actual gobierno federal a cargo de Andrés Manuel López Obrador; Sin embargo, en esta ocasión, amables lectores, me enfocaré al tema del presupuesto asignado por el presidente, a la cultura en México, rubro que no valora y que considera un entretenimiento fifí.

Aquí también se han tomado muy malas decisiones, pues una de ellas, fue el reemplazar al poeta y escritor Jorge F. Hernández, quien además se desempeñó como Ministro de Relaciones Exteriores, mismo que relevaron como agregado cultural, por la desconocida “poeta indígena” Brenda Lozano, que, dicho sea de paso, la nombraron en el momento más tenso y álgido en la relación bilateral entre México y España, por las declaraciones “non gratas” del presidente.

El único delito o aparente culpa que tuvo Hernández, autor reconocido y de sólido prestigio, fue criticar al responsable de la edición de los libros de texto escolares, Marx Arriaga Navarro, pues dichos libros tienen una cantidad muy amplia de errores ortográficos, imprecisiones y muchos datos cargados a una ideología de izquierda. Esto fue motivo suficiente para propiciar su salida, además había sido un personaje que no estaba del todo “alineado” a la forma de pensamiento de la Cuarta Transformación.

Esto permitió que “le dieran corrida de toros”.Hacer uso de la libertad de expresión, o simplemente manifestar un punto de vista, es un acto culposo en esta transformación, que más parece ser capaz de darle vida a un zombie sin cerebro, que atender a los intelectuales valiosos que pueden aportar mucho a los libros de texto y a la cultura en general.

Sin embargo, la cultura se ha burocratizado –es lo que más aborrecen los promotores de la misma, pues afirman que una de sus principales esencias es la libertad- cosa que ya no promueve la actual administración federal, pues pretende ejercer un lazo de “control” sobre escritores que hayan participado por una beca cultural, quienes se podrían ver en serios predicamentos o podrían ser expulsados si osan hacer una crítica al gobierno actual.

El presupuesto otorgado a la dependencia de la cultura en México es menor que cuando se creó dicho organismo, ya que su presupuesto actual es es de 10, 470 millones de pesos, de los cuales se debe restar 3,508 millones para las obras “caprichosas” en Chapultepec.

Mientras el presidente premia a incondicionales como Epigmenio Ibarra, con erogaciones de hasta 150 millones de pesos para financiar sus estudios particulares, la falta de recursos somete a la esterilidad cultural a los creadores. Pues su propósito es tener autores que sirvan como “porristas serviles de la cultura oficialista”

Por otra parte, se eliminó el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, obra lograda por autores como Jorge Ibargüengoitia, Octavio Paz, Juan Rulfo, Emilio Pacheco y Elena Poniatowska y la revista Plural, hoy Letras Libres.

La intención era crear un cuerpo cultural independiente del estado que patrocinara la creación de obras de arte en teatro, literatura, cine, música, escultura, en fin, todas las artes, pero sin depender de la administración pública en forma directa.

Ese fondo se conoció como FONCA. Durante años en sexenios neoliberales, el FONCA transitó desarrollando ideas diferentes, de manos de las autoridades culturales, con jurados de artistas consagrados, lo que permitió la formación y divulgación de nuevos artistas, en un proceso autónomo.

La Cuarta Transformación, en su afán reformador, desintegró el (FONCA) sustituyéndolo por una pálida sombra dependiente de la administración central, y lo denominó “Apoyos a la Creación de Proyectos Culturales”.

El detalle es que los recursos no llegan, aun y habiéndose presentado paros laborales de trabajadores, hubo también reducción de becas y lo más insulso de todo, se llevó a cabo un proceso de selección de artistas y escritores por afinidad a AMLO y a su “renovada transformación de cuarta” que discrimina a quién en sus trabajos critique el nuevo gobierno y sus errores.

El presidente no se considera un abanderado obligado de la cultura, a la que mira con desprecio si no está comprometida políticamente con su causa. Arte de ideología del estado, como ocurrió antes en el realismo socialista o en las escuelas oficiales dominadas por burocracia.

El presidente considera que el arte que no presta servicio a la propaganda, no es estimado como arte. El mismo errado criterio se aplica en materia de ciencia y tecnología, incluso en educación en el que, la improvisación es un distintivo del sexenio y la mala fe en el manejo de sus conceptos.

Antes la producción cinematográfica era alentada y presentaba cintas atractivas que provocaban polémicas. La uniformidad, el centralismo, la burocracia, y la sujeción del pensamiento a una doctrina oficialista, son capaces de cancelar todo. De Poco puede ufanarse en la cultura esta administración, salvo de crear condiciones adversas al fenómeno de la creación artística.

¡Otra promesa no cumplida, de las supuestas 97, que, según los datos oficiales, ya se cumplieron!