Por Rubén Iñiguez*
A muchos asombró el cambio de actitud de la televisora Tv Azteca y sus declaraciones de este viernes, pues era conocida su extraordinaria relación con el actual gobierno de la Cuarta Transformación. Esto se evidenció aún más, hace apenas unas semanas, ya que era la única emisora que defendía a “capa y espada” la estrategia del gobierno de México para mitigar la gran pandemia del coronavirus.
Lo curioso es que este 17 de abril, el señorCarlos Salinas Pliego, dueño de dicha televisora, haciendo uso de su conductor estelar, Javier a la Torre, decidió criticar al subsecretario de salud, Hugo López Gatell Ramírez, haciendo un llamado a sus televidentes a no hacerle caso, puesto que afirman que el funcionario federal, utiliza cifras falsas en las ruedas de prensa que se llevan a cabo todos los días desde palacio federal.
Existe una razón mayor del porque López Gatell fue criticado por Tv Azteca, y no tiene que ver tanto con los errores en sus cifras o datos, pues cualquiera puede cometer imprecisiones, más cuando se trata de exponer estadísticas. El detalle es que el experto en epidemiología, se ha convertido en el último mes, en el personaje más importante del país, ya que su figura ha sido exponencialmente expuesta y su proyección, aceptación y popularidad ha rebasado al mismísimo presidente AMLO.
El escritor estadounidense Robert Greene, señala en uno de sus libros, (las 48 leyes del poder), una serie de recomendaciones que sirven como guía práctica para cualquier persona que quiere acceder al poder, reconocer el poder, o quiere defenderse contra el poder. En dicho texto, como regla número uno dice textualmente:
Ley 1: NO ECLIPSAR A NUESTROS SUPERIORES
Hay que hacer que los que están por encima de uno se sientan lo suficientemente superiores. Aunque uno tenga deseos de complacerles o impresionarles, no hay que pasarse al demostrar las habilidades propias porque provocan el efecto contrario – pues eso inspira miedo e inseguridad-. Si conseguimos que nuestros jefes parezcan más brillantes de lo que son, llegaremos a las cimas del poder.
En la misma bibliografía de Greene, señala una anécdota de hechos reales que ilustra mejor dicha regla:
Nicolás Fouquet, el ministro de Finanzas de Luis xiv durante los primeros años del reinado de éste, era un hombre generoso, amante de las fiestas opulentas, las mujeres bonitas y la poesía. También amaba el dinero, dado que llevaba un estilo de vida bastante extravagante. Fouquet era muy hábil y, en gran medida, un colaborador indispensable para el rey; por lo tanto, a la muerte del primer ministro Jules Mazarin, en 1661, el ministro de Finanzas esperaba ser designado su sucesor. El rey, en cambio, decidió suprimir ese cargo. Éstas y otras actitudes llevaron a Fouquet a sospechar que estaba cayendo en desgracia y, por lo tanto, decidió congraciarse con el rey organizando la fiesta más espectacular jamás vista.
El motivo oficial de la fiesta era celebrar la inauguración del castillo de Fouquet, Vaux-le-Vicomte, pero su objetivo real era homenajear al rey, invitado de honor del agasajo. Los más notables representantes de la nobleza europea y algunas de las mentes más brillantes de la época —La Fontaine, La Rochefoucauld, Madame de Sévigné— asistieron a la fiesta. Molié re escribió una obra teatral para la ocasión, en la cual él mismo actuaría, sobre el final de la velada. La fiesta comenzó con una opulenta cena de siete platos, en la que se sirvieron especialidades de Oriente nunca antes probadas en Francia, así como nuevos platos especialmente creados para la ocasión. La cena fue acompañada por música compuesta por expreso encargo de Fouquet en honor al rey. Después de la cena, los invitados pasearon por los jardines del palacio. Con el tiempo los parques y las fuentes de Vaux-le-Vicomte habrían de inspirar los jardines de Versailles. Fouquet acompañó personalmente al joven rey en una recorrida por el diseño geométrico de arbustos y canteros florales.
Cuando llegaron a los canales que surcaban los jardines, disfrutaron de un espectáculo de fuegos artificiales, seguido por la representación de la obra de Moliére. La fiesta duró hasta muy entrada la noche y todo el mundo coincidió en que nunca antes habían vivido una celebración tan espectacular.
Al día siguiente, Fouquet fue arrestado por el jefe de los mosqueteros del rey, D’Artagnan. Tres meses más tarde, fue juzgado por desfalco al Tesoro Nacional. (En realidad, la mayor parte de los fondos, de cuyo robo se lo acusó, habían sido sustraídos para la Corona y aprobados por el rey.)
Fouquet fue hallado culpable y enviado a la prisión más remota de Francia, en lo alto de los Pirineos, donde pasó los últimos veinte años de su vida en solitaria reclusión.
La necesidad de poder es tan fundamental, tan esencialmente humana, que cuando uno siente que no tiene poder sobre la gente o los acontecimientos, es probable que se deprima. Las personas que pretenden no tener anhelo de poder se engañan o tratan de engañar a otros. Todas quieren poder. Entre más tienen, más quieren. El poder es como una droga, pero no debilita. Por el contrario, fortalece. Esto lo vemos claramente en nuestro presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, quien durante 12 años estuvo obsesionado con llegar a la silla presidencial, por lo tanto, le genera demasiados conflictos, que alguien pueda brillar más que él, pues estuvo buscando con gran ahínco ser el primer mandatario federal.
El subsecretario de salud había ganado la simpatía de AMLO al referirse a él como “un ser moral y no un ser de contagio” eso le permitió tener la bendición del presidente para participar en todas las mañaneras, sin embargo, López Obrador comenzaba a ver que ya no era él el centro de atención, por lo que decidió mandar a su especialista en salud al horario de la tarde, para que no le robara fama ni reflectores. A pesar de eso, el Doctor Hugo seguía ganando imagen y popularidad, a tal grado, que muchos analistas lo ven como un posible presidenciable en la próxima elección federal, o quizá pueda ser el personaje que reemplace a Andrés Manuel, si la gente decide ya no darle su confianza y lo remueve del cargo a través de la revocación de mandato. Esto es motivo suficiente para poder mandar al exilio a un hombre que se cayó de la gracia del presidente de la República.