No hace falta mucha creatividad para imaginar a nuestros políticos, durante una tragedia, con rostro de zopilotes o de hienas. La carroña ha encumbrado la carrera de varios de ellos.
La experiencia previa es amplia. Son de los primeros en llegar al lugar de los hechos a ofrecer sus amables servicios que los hacen parecer más como una especie de coyotes, que como auténticos representantes de quienes los eligieron. Además, apuestan para que las cosas sigan mal, pues si los problemas nacionales encontraran solución, simplemente se extinguiría la fuente de su “éxito”.
Además, aparecen, como siempre, los rostros extraviados por el dolor que provoca haber sido afectados, directa o indirectamente, por la desdicha. Claro, si es que sobrevivieron. Es tan macabra como real la gran cantidad de formas que existen en México de encontrarse con la muerte, mucho antes de lo esperado.
Desde luego, el verdadero rostro humano también se hace presente a través de distintas expresiones. Aquellos que interrumpen y comprometen su rutina, comodidad y hasta seguridad, para prestar ayuda en momentos difíciles. Quienes, en sobradas ocasiones, terminan contribuyendo más que las múltiples e indolentes autoridades encargadas de atender el desastre.
En la reciente y dolorosa tragedia de la famosa (por poco célebre) línea 12 del metro de la CDMX, además de quienes he mencionado, surgió el testimonio de un joven de nombre Miguel Córdova Córdova.
Miguel es una de tantas personas que parecen perderse entre millones de habitantes de las grandes urbes. Peor aún, parecen no existir para gobiernos que, durante la época electoral, fingirán que estarán cerca de nosotros durante todo su mandato, pero en cuanto son declarados vencedores no se les vuelve a ver. Y si acaso, se les verá ocasionalmente, por ejemplo, en un modesto Jetta, para que recordemos su bondad.
Derivado de una entrevista que le hicieron la mañana siguiente a la tragedia, este joven saltó a la fama en forma involuntaria, con motivo del relato que hizo sobre los momentos previos a la caída de los vagones de la línea 12 pero, sobre todo, por la narración de su propia situación de calle que lo colocó, precisamente, a tan sólo unos metros del evento, y por una aguda crítica que hizo a las autoridades.
En su relato, Miguel comparte su ocupación: recoge botellas de plástico y latas que después vende. Hace el mismo recorrido unas seis veces, por la zona de Tláhuac, con el fin de obtener esos insumos.
Dice que a eso de las 22:00 de ese fatídico 3 de mayo pasado, oyó “como si tronara un fierro”, a la vez que se cimbró la banqueta del lugar donde pernocta con unos amigos (debajo del Puente de los Olivos). Agregó que apenas pudieron salir corriendo, sin siquiera poder recoger sus cobijas cuando, de pronto, vieron caer los dos
vagones.
El relato de Miguel es muy interesante porque, de forma espontánea, además de compartirnos la forma en que vivió los hechos, nos da un diagnóstico preciso sobre la situación actual.
Dice que siempre ha habido quejas de todos los vecinos de la zona por la deficiente construcción de la línea 12, al tiempo que califica como una “una idiotez de nuestras autoridades” el que se utilicen materiales de mala calidad para “llevarse un dinero en la bolsa”.
Además, identifica con exactitud el momento en el que nos encontramos, pues dice que “ahí vienen las elecciones y se van a echar la bolita unos a otros”. Y remata diciendo que, al final, los pobres terminan pagando las consecuencias.
Es curioso como un diagnóstico tan preciso pudo ser articulado de forma tan sencilla y natural por un joven que no parece contar con los grados académicos de varios de los que se encuentran en el poder.
Por el contrario, resulta vergonzoso que los principales responsables de todo esto (el ahora flamante canciller y la jefa de gobierno de la Ciudad de México que se sentía la delfina inevitable en 2024), se presenten a dar una serie de declaraciones confusas que sólo buscan sacarle la vuelta a su responsabilidad. Pero a eso se le llama rendicién de cuentas en este país.
No hacen falta dictámenes muy elaborados para saber que ellos dos tienen la responsabilidad principal de este horrendo suceso, ya sea por defectos de construcción y/o de mantenimiento. Ellos son quienes requieren un dictamen a modo que sustente que la culpa la tuvo quien sea, menos ellos.
Ah, y también hay otro dictamen que les interesa mucho. Ese a través del cual, a veces de forma indentendible, los ciudadanos los vuelven a elegir a pesar de su ineptitud.
* El autor es licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente ejerce en el Poder Judicial de la Federación. También ha prestado sus servicios al INAI y a la SEGOB, entre otras instituciones.