Esta frase con la que he decidido comenzar mi comentario esta mañana me parece que enmarca lo que ha vivido en los últimos dos meses Estados Unidos.

Por una parte el enojo, frustración y el reclamo de fraude por parte del Presidente Donald Trump y sus seguidores, mientras que en contraparte, vemos cómo el propio mandatario ha perdido frente al Estado, las Instituciones y gran parte de su propio partido, el Great Old Party, el partido Republicano.

Lo que vimos ayer en Washington sin duda quedará para la historia. Miles de simpatizantes del presidente Donald Trump, quizá los más radicales, protestando y tomando por asalto el Capitolio de los Estados Unidos, es decir, la sede del poder legislativo, que ayer debía sesionar para certificar los votos del colegio electoral y oficializar la victoria de Joseph Biden.

Hay muchas dudas entorno a la elección presidencial. Pero  ha quedado claro que para que esas dudas se disipen en futuros procesos, se debe reformar el sistema electoral norteamericano, regular de mejor manera el voto anticipado o por correo y generar mayor certeza sobre quiénes están votando y si tienen el pleno derecho para hacerlo.

Pero mientras eso sucede, Estados Unidos le ha apostado a la Fortaleza de sus instituciones y sus leyes, por encima de un capricho personal o de grupo, le ha apostado a que el Estado continue con una rectoría y que ni la protesta, ni el caos, ni la presión sobre secretarios de Estado en entidades de la Unión Americana, ni siquiera la presión que se ejerció contra el vice-presidente Mike Pence es más fuerte que un resultado electoral reconocido por el colegio de electores y avalado por la Corte Suprema de Justicia al no darle entrada a las demandas de Donald Trump.

Para millones de estadounidenses, incluso aunque hayan votado por la reelección de Trump, es más importante preservar el orden y el establishment politico, que cuadrarse a los deseos de un hombre, por más comprensibles que pudieran ser.

Si queremos evitar este tipo de escenas en la política norteamiercana, que más bien parecen sacadas de un guion de series como House of Cards o Designated Survivor, lo mejor será que haya un amplio debate sobre el sistema electoral, para que se garanticen los equilibrios ejecutivos y legislativos que se requieren, de lo contrario, movimientos como el Donald Trump u otros que pudieran surgir con una radicalización ideological, seguirán actuando de esa manera.

Por su parte, el vicepresidente Mike Pence, decidió actuar como un hombre de Estado, como un político sensato y evitar un caos mayor. Después de lo ocurrido ayer, con la muchedumbre entrando al capitolio, el número 2 de la casa blanca decidió dejar su simpatía personal por Trump o por el movimiento y ponerse la camiseta del hombre encargado de anunciar la certificación official del triunfo de Biden al presidir el Senado de Estados Unidos.

Pues como bien lo dijo Pence – según trascendió en la Prensa – él no tiene facultad para revertir el resultado de una elección que se dio en 50 estados, simplemente habría hecho el ridículo.

Y a pesar de que las imagenes de la toma del capitolio son dramaticas y lamentablemente una mujer perdió la vida, poniendo en su justa dimension el asunto, no hay millones de personas pro Trump en las calles o tomando los capitolios de cada estado, ni haciendo una revolución como muchos de sus seguidores han llamado. Más bien parecen las patadas de ahogado de un hombre que ha perdido toda posibilidad de reelección.

Tal vez lo veamos en 2024 o tal vez… Entre sus edificios, sus negocios, sus hoteles, sus buenas comidas y su campo del Golf, Donald Trump comience a duluirse para siempre.