- Columna de opinión.
- Escrita por: Oscar Miguel Rivera Hernández.
¡Hola a todas y todos! Esta semana, tras la publicación de mi artículo de opinión sobre la elección del próximo domingo, surgieron muchas preguntas y reflexiones, especialmente relacionadas con el desconocimiento general sobre quiénes son las personas que se están postulando para ocupar cargos como jueces, magistrados y ministros. Es comprensible: nunca antes habíamos tenido la oportunidad de participar directamente en la elección de quienes integran el Poder Judicial, y eso ha despertado dudas, inquietudes y también mucho interés. Por eso, hoy quiero retomar el tema, aclarar algunos puntos y, sobre todo, invitarles a reflexionar sobre la importancia de ejercer este nuevo derecho con responsabilidad e información.
¿Quién no recuerda el actuar del expresidente Ernesto Zedillo cuando, en un verdadero asalto a la democracia, decidió cambiar de golpe a todos los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Dónde estaban entonces los que hoy se dicen defensores de la democracia? Ese acto, lejos de ser cuestionado por quienes hoy alzan la voz, fue aceptado sin mucha resistencia. Lo mismo ocurrió con otras decisiones del pasado que claramente concentraban el poder, pero no generaron tanta protesta pública.
En contraste, hoy vivimos un momento inédito: por primera vez en la historia de México, las y los ciudadanos tendremos la oportunidad de elegir a las personas que formarán parte de uno de los tres poderes de la República: el Poder Judicial. Ya elegimos al Ejecutivo y al Legislativo, ¿por qué no también elegir a quienes imparten justicia? ¿Acaso eso es antidemocrático? Al contrario, es profundizar la democracia.
En los últimos años, hemos sido testigos de cómo la oposición se ha quejado, a veces con razón, otras veces con argumentos exagerados, de distintos aspectos de nuestro sistema político. Han dicho que hay sobre representación en el Congreso, que la presidenta concentra el poder, que el gobierno es autoritario, que las reformas son un atentado contra las instituciones. Y, sin embargo, cuando se les ofrece un mecanismo democrático, como este proceso de elección de jueces, magistrados y ministros, también se oponen. Entonces, ¿qué quieren?
Como siempre, la oposición vuelve a las andadas: critican todo lo que hace el gobierno, incluso este ejercicio democrático inédito, pero no proponen nada a cambio. Sus críticas, en muchos casos, son vacías, repetitivas y más bien buscan sembrar miedo y desconfianza, en lugar de aportar ideas o alternativas reales. Se oponen por sistema, sin detenerse a analizar que este nuevo mecanismo de participación ciudadana representa un avance importante para acercar el poder judicial al pueblo. En vez de construir, se dedican a descalificar, como si prefirieran que todo siga igual, aunque ese “igual” haya significado décadas de jueces puestos a modo, lejos del pueblo y cerca del poder.
Lo que ocurre es que estamos ante un cambio profundo que muchos no terminan de entender o aceptar. Pero eso no significa que sea malo. Al contrario, este 1 de junio tenemos la oportunidad de reafirmar nuestra convicción democrática participando en una jornada electoral inédita. Y hay muchas razones para hacerlo.
Esta elección será organizada por el Instituto Nacional Electoral (INE), el mismo organismo que ha sido defendido por la oposición y este domingo viviremos una jornada organizada por ellos.
Anteriormente los ministros de la Suprema Corte eran elegidos directamente por el presidente, sin consultar a nadie. Hoy, en cambio, cada uno de los tres poderes propone una terna de aspirantes, y nosotros, el pueblo, tendremos la posibilidad de decidir. Este cambio reduce el poder presidencial y aumenta el poder ciudadano. ¿Cómo eso puede ser autoritario?
Cómo lo escribí en mi artículo de la semana pasada, hay perfiles independientes y perfiles con colores partidistas, lo que no a todos los hace malos. Revisemos los perfiles en la plataforma del INE, en esta podemos conocer quiénes son cada uno de ellos y hagamos nuestro acordeón, anotando en una hoja los números y colores de aquellos que nos convenzan para ocupar los cargos que se elegirán.
Muchos ciudadanos nos quejamos —y con justa razón— de que las decisiones que se toman en los juzgados muchas veces favorecen a los más poderosos, a quienes tienen más recursos para pagar abogados caros o a quienes mantienen compromisos con ciertos jueces. Hemos llegado a pensar que la justicia no es pareja, que siempre se inclina del lado de quien más puede ofrecer. Sin embargo, hoy que se abre la posibilidad de elegir de manera directa a jueces, magistrados y ministros, también hay quienes expresan desconfianza o incluso rechazo. Nos quejamos cuando el sistema judicial parece lejano y corrupto, pero también nos quejamos cuando se nos brinda la oportunidad de acercarlo al pueblo eligiendo personas con trayectorias más transparentes y con menos compromisos políticos o económicos.
Claro, no se trata de decir que, con esta elección, la corrupción en el sistema judicial desaparecerá de un día para otro. Sería ingenuo pensarlo. Pero sí se trata de dar un primer paso importante: que quienes lleguen a esos cargos no lo hagan por dedazo ni por favores políticos, sino porque la ciudadanía los eligió. Eso, de entrada, genera una base de confianza. Saber que, al menos, no llegan con una deuda pendiente con algún poderoso o grupo de interés, ya es un avance.
Un amigo me preguntó hace poco: “¿Es obligatorio ir a votar o puedo abstenerme?”. Mi respuesta fue clara: no solo es una obligación cívica ir a votar, sino que es una gran oportunidad. Ya votamos por presidente de la república y por los legisladores, pero esta vez, votamos por quienes impartirán justicia, por quienes tomarán decisiones que pueden marcar el destino de muchas personas. Decidir quiénes ocuparán esos cargos en los tribunales, ya sea como jueces o como ministros de circuito o de distrito, es participar directamente en el rumbo que tomará la justicia en nuestro país. Por eso no deberíamos dejar pasar este momento.
Para concluir, debo decir que, elegir al Poder Judicial no es un acto antidemocrático. Al contrario, es abrir las puertas de un poder históricamente cerrado al escrutinio ciudadano. Es permitir que la justicia esté más cerca de la gente. Es dar un paso más hacia una democracia más participativa, más consciente y más madura.
Las transformaciones no se dan de la noche a la mañana. Pero cada elección es un avance. Cada paso que damos cuenta. Este 1 de junio no solo elegimos personas, también reafirmamos nuestra convicción en la democracia. No se trata de votar por votar, sino de ejercer un derecho que tanto nos ha costado construir. Si no por ti, hazlo por las próximas generaciones, por un país más justo, más participativo y más democrático.