En un país donde millones de personas enfrentan la incertidumbre diaria de saber si podrán comer mañana, México desecha 13.4 millones de toneladas de alimentos cada año, de acuerdo con el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Esta alarmante cifra posiciona a México como el segundo mayor generador de desperdicio alimentario en América del Norte, solo detrás de Estados Unidos. La paradoja es evidente: mientras un sector del país sufre inseguridad alimentaria, otro tira comida a la basura.
Crisis estructural que va más allá del consumo
El problema del desperdicio de alimentos no solo está ligado a decisiones individuales, sino a causas estructurales y económicas que afectan tanto a la industria como al consumidor.
“En tiempos de incertidumbre, el consumo se desacelera. Las empresas reducen compras y ajustan inventarios, pero muchas veces los recortes llegan cuando la comida ya fue producida y almacenada. Si no se vende a tiempo, se desecha”, explica Braulio Valenzuela, Country Manager de Cheaf, startup mexicana especializada en rescate de alimentos.
Inflación, aranceles y planeación deficiente agravan el problema
Factores como la inflación, los aranceles comerciales y las fallas logísticas también contribuyen al fenómeno. Las cadenas de suministro se encarecen, los productos importados se vuelven más costosos y la industria responde con cautela ante una demanda incierta.
“Las políticas comerciales generan dudas sobre precios y disponibilidad. El consumidor gasta menos, el retail ajusta tarde, y ahí es donde el desperdicio se dispara”, advierte Valenzuela. Esta dinámica, añade, no solo afecta a Estados Unidos, sino que también tiene un efecto dominó en México, donde los inventarios desfasados, las proyecciones erróneas y la falta de infraestructura para redistribuir alimentos agravan aún más el desperdicio.
Una llamada urgente a la acción estructural
Para expertos, revertir esta tendencia implica más que campañas de concientización. Se requiere una estrategia nacional de rescate, donación y redistribución de alimentos, así como políticas públicas que promuevan una logística sostenible, incentivos fiscales a las empresas que donan, y educación para consumidores.
México enfrenta una oportunidad crítica: convertir el desperdicio en solución. Millones de toneladas de alimentos no deben terminar en la basura, cuando podrían alimentar a quienes más lo necesitan.