• Columna de opinión.
  • Escrita por: Oscar Miguel Rivera.

¡Hola! Nuevamente, aquí compartiendo una reflexión, análisis o impresión sobre la falta de reconocimiento de los logros del actual gobierno, comenzando con los costos de la gasolina, comparado con los sexenios en los últimos 24 años.

Vivimos en una era donde la polarización política y la resistencia al cambio se han convertido en parte del paisaje cotidiano. En México, esta dinámica no es diferente, especialmente cuando se trata de evaluar los logros del actual gobierno. Los críticos, especialmente aquellos alineados con visiones neoliberales, se han mostrado reacios a reconocer que, bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, la economía mexicana ha experimentado mejoras significativas en comparación con sexenios anteriores. Esta negativa a aceptar los hechos nos lleva a una reflexión necesaria: ¿Por qué es tan difícil aceptar que las cosas están mejorando?

Uno de los temas más candentes en las críticas al gobierno actual ha sido el manejo de la economía, en particular, el control del precio de la gasolina. Durante décadas, el aumento en los precios de los combustibles ha sido una constante, un reflejo de políticas que favorecieron a ciertos sectores en detrimento del bienestar general. Sin embargo, en este sexenio, el incremento en el precio de la gasolina ha sido el más bajo en lo que va del siglo XXI. Este logro, que debería ser celebrado como un avance, ha sido minimizado o ignorado por aquellos que se aferran a un pasado que ya no representa la realidad económica del país.

Para poner esto en perspectiva, es importante observar el comportamiento del precio de la gasolina en los últimos gobiernos. En el sexenio de Vicente Fox (2000-2006), el precio de la gasolina regular subió un 32.21%. Durante la administración de Felipe Calderón (2006-2012), el incremento fue aún mayor, alcanzando el 53.38%. Y en el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), la gasolina experimentó un alza histórica del 89.31%. Estas cifras no son meros números; representan un peso real sobre las familias mexicanas, un incremento constante en el costo de vida que muchos de nosotros sentimos en nuestros bolsillos.

En contraste, bajo el gobierno de López Obrador, la gasolina ha subido un 21.90%, una cifra que, aunque representa un incremento, está por debajo de la inflación acumulada del 31.31% en el mismo periodo. Este dato es crucial porque muestra que, a pesar de los desafíos económicos globales y las complejidades internas, el gobierno ha logrado mantener un control efectivo sobre el precio de este recurso vital. No es una cuestión menor cuando consideramos que, en sexenios anteriores, el aumento de la gasolina estuvo muy por encima de la inflación.

Los retractores argumentan que, a pesar de este logro, la gasolina está “más cara que nunca”. Esta afirmación, aunque parcialmente cierta, ignora el contexto más amplio. Sí, el precio absoluto es más alto, pero lo que no se menciona es que el poder adquisitivo se ha visto menos afectado que en administraciones pasadas. La relación entre el incremento de la gasolina y la inflación es un indicador clave para entender cómo la economía se ha manejado en términos reales, y en este aspecto, el gobierno actual ha logrado un equilibrio que otros no pudieron.

Además, es interesante notar cómo las críticas también se enfocan en la forma en que se han llevado a cabo grandes obras de infraestructura, como si la participación de ingenieros y arquitectos de la Guardia Nacional en su construcción fuera un pecado imperdonable. Sin embargo, esta estrategia no solo ha permitido reducir costos, sino que también ha garantizado un control más estricto y eficiente de los recursos, algo que en gobiernos anteriores brilló por su ausencia.

Este tipo de críticas, que no reconocen los avances económicos y se centran en detalles secundarios, revelan una profunda resistencia al cambio. Los neoliberales y otros opositores parecen aferrarse a un modelo económico que, a lo largo de los años, ha mostrado ser insuficiente para abordar las necesidades reales del país. En lugar de aceptar que las condiciones han mejorado y que se han tomado decisiones que benefician a la mayoría, prefieren mantener una narrativa que no se ajusta a la realidad.

Es hora de que los críticos del gobierno actual dejen de lado sus prejuicios y reconozcan que los logros de este sexenio no pueden ser ignorados. No se trata de negar que aún existen retos y áreas de mejora; el progreso es un proceso continuo. Sin embargo, es deshonesto no aceptar que, en términos económicos, este gobierno ha logrado mantener la estabilidad en un contexto global complicado, algo que debería ser motivo de reconocimiento y no de desprecio.

El precio de la gasolina es solo un ejemplo de cómo la administración actual ha enfrentado los desafíos con una estrategia diferente, más centrada en el bienestar colectivo que en la ganancia de unos pocos. Es un ejemplo de que, a pesar de las adversidades, las cosas pueden y han mejorado. La negativa de los retractores a aceptar esta realidad no solo es un reflejo de su ideología, sino también de una incapacidad para ver más allá de sus propios intereses.

En conclusión, es necesario que como sociedad, aprendamos a reconocer los avances y no nos dejemos llevar por narrativas que buscan minimizar los logros solo porque no se alinean con ciertas visiones políticas. Los hechos están ahí, y aunque algunos prefieran ignorarlos, la realidad es que este sexenio ha logrado mantener el control sobre un aspecto crucial de la economía, algo que en el pasado reciente fue una tarea monumentalmente fallida. Es momento de dejar de lado las diferencias y aceptar que estamos en un mejor lugar que antes, aunque a algunos les cueste admitirlo.