Eduardo González Velázquez (Texto y Fotografías)

Se acercaba la mitad del siglo XX y Guadalajara comenzaba a mostrar las huellas de su crecimiento. La proyección y construcción de nuevas colonias y modernas vialidades indicaban los derroteros que tomaría la ciudad. Más temprano que tarde los límites citadinos serían desbordados por la vorágine inmobiliaria y las necesidades de vivienda de la población oriunda y migrante. En la década de los años cuarenta del siglo pasado, la ciudad tapatía extendía sus linderos hasta el Santuario por el norte; al oriente llegaba a la Penal de Oblatos inaugurada en 1933; hacia el sur la limitaban las vías del ferrocarril y el Parque del Agua Azul, con sus manantiales prácticamente agotados; al poniente topaba con el bosque de Santa Eduwiges y los recién inaugurados Arcos, que conmemoraban los cuatro primeros siglos de la fundación de la ciudad.

En el corazón temporal de esa historia de expansión citadina encontró lugar el proyecto urbanístico de José Aguilar Figueroa en las cien hectáreas de terreno de su propiedad que le encargaría urbanizar de manera sustentable a José Amezcua. Chapalita, fue el nombre de la nueva colonia al poniente de la ciudad inspirada en las llamadas “ciudades jardín” inglesas que ofrecían amplias áreas verdes a sus habitantes. La colonia se convirtió rápidamente en uno de los lugares más cotizados de la ciudad y al que comenzaron a llegar familias de mayores recursos económicos procedentes del centro de la ciudad. Era 1943 y rápidamente Chapalita fue considerada por el urbanista Juan Palomar y Arias uno de los mejores lugares para vivir. En los años siguientes la sociedad tapatía asistió al crecimiento de diversas colonias residenciales hacia el poniente del Valle de Atemajac que fueron pobladas por clasemedieros que encontraban varias ventajas en los nuevos desarrollos, incluida desde luego, Chapalita: amplios terrenos, agua suficiente y espaciosas calles y avenidas.

De forma paralela a la construcción de las nuevas colonias, el gobierno municipal de Guadalajara realizó el trazo limítrofe de la colonia, dando origen a las avenidas Guadalupe y Niños Héroes.

Desde sus inicios, Chapalita comparte su geografía con Guadalajara y Zapopan. La atraviesan amplias avenidas como Las Rosas, Tepeyac, Cubilete, Niño Obrero y San Ignacio. Quizá la más representativa desde los orígenes de la colonia sea la calle del Parque. Flanqueada por amplios jardines frente a las grandes casas que se asientan en ella. La primera casa construida fue en la calle Primavera, hoy 12 de diciembre, y de ahí pa´l real, la colonia creció y creció hasta toparse con sus nuevos límites territoriales.

Hace algunos años, el gobierno de Zapopan intervino la vialidad que rodea la Glorieta para darle mayor seguridad a los peatones y los bicicleteros. Se ampliaron las banquetas, se colocaron rampas para accesibilidad universal, se delimitó la ciclovía y se colocaron topes. En un inicio, como suele suceder cada que se da espacio a personas que no se mueven en automóvil, los usuarios de los automotores se opusieron a los cambios. Finalmente, el municipio los realizó y hoy visitar la Glorieta y su exposición artística dominguera es más seguro que hace unos años.

Un aspecto interesante de la colonia es que laAsociación de Vecinos de Chapalita fundada en 1954, lleva la administración directa de los servicios públicos desde sus inicios debido a la falta de prestación de los mismos por parte de los municipios de Guadalajara y Zapopan. De esa manera, la Asociación se hace cargo de la distribución de agua, la recolección de basura y aseo público, el mantenimiento y limpieza de los jardines, parques y glorietas, así como del alumbrado público.

La Glorieta Chapalita. Cada domingo la Glorieta Chapalita. “Hace años que venimos a caminar aquí, pero también a diferentes eventos, el Grito de independencia, verbenas, ferias, el Festival Internacional del Mariachi, el Premio Sor Juana de la Feria Internacional del Libro, exposiciones, a escuchar la orquesta municipal, aquí se hace de todo”, comentan los miembros de una familia mientras esperan que les entreguen unos botes con fruta picada.

Son las seis de la tarde, el sol cae a plomo obligando a la gente a guareciéndose de sus rayos al pie de los árboles. Se miran pocas personas caminando entre la oferta artística del lugar, “por el fútbol, dice el escultor Julio César, siempre que hay partido o algún otro evento nos pega en los visitantes. Además, el calor no ayuda”.

Para saciar el hambre, la oferta culinaria que rodea la Glorieta rebasa cualquier apetito atendiendo los gustos más diversos. A estas horas los restoranes están tranquilos ya pasó el trajín de a medio día, “más bien nos estamos preparando para la cena”, dice una jostes, a quien le restan cinco horas de jornada. Junto a la oferta de cortes finos, pastas, pizzas, mariscos, ensaladas, vinos variados, destilados de diferentes graduaciones y cervezas, se instalan varios puestos de comida y fritangas en la calle San Pablo.

El escaparate artístico dominical ofrece una gran variedad en técnicas, materiales y precios de diferentes obras. Las artistas instalan sus trabajos en la banqueta y jardines de la glorieta de once de la mañana a siete de la noche, “aunque a esa hora con el horario de verano sigue brillando el sol, ya es costumbre recoger todo”, fue el comentario generalizado de escultores, pintores y grabadores.

  • “¿A cómo el toro?”, lanza la pregunta un automovilista desde el interior de su vehículo.
  • “¿Cuánto me ofrece?”, le contesta el escultor Julio César.
  • “¿A cómo me lo dejas?”, vuelve a cuestionar el buscador de arte.
  • “Vale 12 mil”, le responde el escultor, mientras se acerca al automóvil.
  • “Te doy 6 mil”, ofrece el comprador.
  • “No me sale ni para el material, te lo dejo en 10 mil y te estoy regalando mi trabajo”.

La oferta no convence al interesado y continúa su andar. Julio regresa para atender a otras clientas a las que les explica que “el material que utiliza es cobre galvanizado y aluminio”.

La glorieta Chapalita fue diseñada por Salvador Sierra y José Amezcua con la idea de que fuera un parque infantil, bajo ese concepto se mantuvo de 1945 a 1970. En la década de los años setenta se permitió la instalación de un tianguis y en 1980 el Consejo de Residentes de Chapalita decidió recuperarla y remozarla, moviendo el tianguis a las calles aledañas a la Ciudad de los Niños del Padre Cuéllar fundada en 1934. Para 1989 en el marco de las Fiestas de Octubre se organizó un Jardín de Arte por iniciativa del Centro Cultural Las Calas con la participación de varios artistas, pintores, escultores y fotógrafos quienes expusieron sus obras. Algunos de los iniciadores fueron Erick Ramírez Castillo, Sayani Villarruel, Ameda Rahem, Irene García Muñoz, José Villarreli y José Antonio Bribiesca. Ese evento sería el acto fundacional de la exposición artística de cada domingo que de manera ininterrumpida se ha montado en ese lugar hasta nuestros días.

El sol comienza a dar tregua a los visitantes que siguen aprovechando la generosa sombra que brindan fresnos, casuarinas, ficus, palmas, cipreses, juníperos y obeliscos, mientras escuchan a la orquesta municipal recordar a la urbe de hierro con “New York, New York”, y se refrescan con nieves de garrafa, raspados, paletas de hielo y aguas frescas.

Un payaso que presenta “actos de magia para toda la familia” monta su espectáculo en el hemiciclo que forman las dos pérgolas donde antiguamente existía un estanque al que llegaban a abrevar las vacas de un establo cercano. “Yo no sabía eso”, dice el colorido personaje, “es un dato curioso que puedo mencionar la próxima vez que venga”.

Alba Padilla, originaria del barrio de El Santuario, me muestra orgullosa su obra, aunque siente más orgullo por su madre y padre que iniciaron sus exposiciones hace 26 años, “yo solo continúo con lo que ellos fundaron”, pero su madre sigue exponiendo.

“Lo que se hereda no se hurta”, dice la también psicóloga de carrera. “Yo pinto acuarela, óleo sobre tela, óleo sobre textura, hago retrato más personal, ese que habla de la persona y su legado”.

De los visitantes y clientes, la pintora dice: “la gente viene y te da una opinión sincera de tu obra, es muy genuina, eso no se da en una galería”. Antes tenían una galería en Tlaquepaque, pero la cerraron por la pandemia de Covid. Ahora comercializan sus obras de manera virtual. “Parece que la virtualidad ya no se irá, pero yo extraño el trato con la gente”. La convivencia con los compradores, los curiosos, los que llegan a husmear las obras es algo que aprecian todas las artistas de la glorieta Chapalita, “porque no hay nada como ver la obra en vivo”.

¿Existe un patrón en los clientes que visitan la glorieta? Luego de ayudarle a su mamá a cruzar la calle, Alba contesta: “el cliente de clase media compra obra cuando va a redecorar un espacio; otros valoran más nuestro trabajo. Muchos regatean, aunque en las galerías no lo hagan. Piensan que como mi obra está en un caballete o sobre el pasto el precio debe ser menor”.

Son setenta espacios dispuestos por el municipio. Los creadores pagan 10 pesos por metro lineal cada domingo. El pago es bimestral. La vendimia artística depende de Casa de Cultura y Mercados de Zapopan. El permiso que se obtiene no es vitalicio, para mantenerlo es necesario la constancia, dice un fotógrafo. Si dejas de venir pierdes tu espacio. Además del pago, los interesados en participar deben enviar una muestra de su obra a las autoridades encargadas de la exposición para que sea evaluada, y en caso de ser considerada “original y de aporte a la sociedad, entonces nos dan el visto bueno y pasamos a pagar a Mercados”, continúa platicando el fotógrafo. Desde luego, “tenemos otros gastos cada domingo”, menciona Alba, “yo pago 50 pesos por mi lugar, además de las comidas de mi madre y mía y el taxi para llegar y regresar”.

A pesar de la afluencia de visitantes el área de comida de la glorieta lleva varios años cerrada, “creo que como ocho”, dice un tejuinero. Los baños también permanecen cerrados y solo se abren “para quienes pagan”, sin embargo, llama la atención que no se mantengan abiertos.

David Mata es un artista que trabaja la técnica del carboncillo y pastel graso realizado sobre madera. “Mi propuesta es original”, menciona, mientras muestra sus trazos sobre la madera de pino. “También trabajo óleo, pero como es más costoso y las obras más delicadas, prefiero el dibujo, aunque la gente si lo valora porque es la técnica “más famosa”.

Además de tener su producción individual, David Mata realiza obras conjuntas con su esposa. Ambos exponen también en el camellón de Avenida Chapultepec. Ambos se dedican únicamente a la pintura. Su esposa trabaja acuarela, óleo y acrílico.

Mientras repaso los dibujos de David, se acerca la presidente municipal de Atengo, Luz Teresa Valle González, para comprar un cuadro al que pide se le realice un detalle. Es un dibujo de un león y la funcionaria está pidiendo que le ponga cicatrices en su frente, “como cuando te putea la vida”, explica la alcaldesa.

Las obras de gran formato de Gregorio Llamas son acrílicos, óleos y acuarelas, no obstante, él se “considera más comerciante que pintor”. Bajo esa lógica es que produce sus obras. “Durante el año produzco dos o tres temporadas. Cuando ya no tengo espacio para guardar más cuadros porque no se me han vendido o si ya le saqué jugo a los temas y vendí muchos, remato lo que me queda y pinto nuevas obras. Mis precios van de mil a tres mil pesos, pero muchas veces les hago buen descuento”.

¡Vámonos ya, ya se acabó!, dice una pintora a las 6:30 de la tarde. “Hoy no vendí nada”. Llegó mucha gente por la banda de música, pero pocos compradores. Como si fuera un acompañamiento de su retirada, se escucha a los músicos tocar la cuarta y última parte de la “obertura de Guillermo Tell” de Gioacchino Antonio Rossini, popularmente conocida como el tema de “El Llanero Solitario”.

Luego de la pandemia comenzó a regresar la gente, “aunque no como antes”, es el sentir generalizado. Sin embargo, debemos seguir realizando nuestras obras “porque es lo que sabemos hacer, es lo que nos gusta y es de lo que vivimos”.

“El arte es irregular, caprichoso, es difícil vivir de él. En ocasiones debemos hacer otras cosas. Por eso, cuando ya tengo a las musas a mi lado, les digo no se vayan acompáñenme hasta que termine”, me confiesa Alba, mientras termina de recoger su vendimia para retirarse a descansar.

 

Profesor-investigador del Depto. de Relaciones Internacionales, región occidente. Tec de Monterrey.

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