Eduardo González Velázquez

Comienza la mañana dominical y poco a poco se acercan los feligreses al umbral del templo de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), conocida popularmente como Pare de Sufrir. “El domingo es un buen día para coincidir con nuestros amigos, que además forman parte de nuestra Iglesia”, comenta el padre de una extensa familia que enfila sus pasos para ocupar algunas de las 242 butacas dispuestas en 11 filas en el salón principal del templo ubicado en avenida Vallarta, casi esquina con avenida Patria, en Zapopan.

Las blancas paredes del salón se encuentran desprovistas de imágenes, el altar solo tiene una cruz y al fondo se puede leer la leyenda “Jesucristo es el Señor”. Una vez que fui recibido por dos amables jóvenes pasé a sentarme para escuchar el servicio religioso. En el vestíbulo se encuentra una mesa con folletería que informa del servicio de hoy y los que habrá en los siguientes días. Por ejemplo, el domingo 31 de octubre es el “día del rescate de las familias”, también invitan a la “fiesta de las primicias en el Tabernáculo”.

La IURD es una organización cristiana carismática evangélica, que predica la teología de la prosperidad. Fue fundada en 1977 en Río de Janeiro por el obispo Edir Macedo. A México llegó en 1992 y hoy cuenta con al menos 130 templos. El primer templo fue fundado por el obispo Romualdo Panceiro, en el barrio de San Cosme, en la Ciudad de México. A partir de ahí comenzaron su expansión por varias ciudades de la República. Hoy por hoy, en Guadalajara existen varios templos que ofrecen servicios religiosos todos los días por la mañana y noche. 

“En este lugar la entrada es libre y gratuita, no importa tu creencia o tu religión, aquí todas las personas son bienvenidas”, me comenta una de las “obreras” que se acerca a mi lugar para entregarme un sobre con la leyenda Primicias para que pueda depositar en él mi diezmo, que según me indican no es obligatorio, pero los miembros de la Iglesia son enseñados a entregarlo. Además de las “obreras”, que ayudan de manera voluntaria, la organización religiosa cuenta con los pastores, quienes dirigen las iglesias en las provincias y se encargan de conducir las reuniones y encuentros.

Los principios doctrinales son fundamentalmente los de las iglesias pentecostales trinitarias. Para sus ritualidades utilizan sal, aceites, agua, jabones, todos traídos desde Israel.

Ya con los aceites colocados en las manos de los asistentes se procede a hacer un ejercicio de sanación. Este rito está inspirado en el sacramento de la unción de los enfermos, que se llamó tiempo atrás extremaunción. “¿Quién está enfermo?” pregunta el pastor, varios levantan la mano y afirman tener algún padecimiento. Les pide que froten sus manos con los aceites que previamente les colocaron en sus palmas, luego se les indica que coloquen sus manos en la parte del cuerpo donde tienen la enfermedad. “La fe no tiene que ver con los sentimientos. El mayor enemigo de la fe se llama sentimientos”, afirma contundente el pastor desde el altar y remata diciendo: “a través de mi fe yo rechazo los dolores de mi cuerpo”. “Usted está curado en nombre de Jesús”, y pregunta: “¿Te sientes curado?”, a lo que los asistentes responden con un sonoro “sí”, luego de gritar tres veces: ¡Sal, sal, sal!, ordenándole a la enfermedad.

Antes de iniciar el servicio religioso, el pastor pide a una de las nueve “obreras” que inviten a los asistentes a ocupar las butacas de adelante. Además del rito de sanación, la gente muestra fotografías de sus familiares y levantan botellas de agua para ser bendecidas. El pastor habla con una mujer sobre su experiencia de estar privada de su libertad en la Comisaría de Reinserción Femenil por atacar a su marido, quien la maltrataba. Esta historia la utiliza para recordarle a los asistentes las necesidades de la población detenida en Puente Grande y les pide su ayuda. “Puede ser en efectivo o con tarjeta, aquí está la terminal”, y señala a una de las “obreras” que se para a su lado.

Toma la Biblia y la muestra a los feligreses diciéndoles que todo lo que dice está escrito ahí, como el cumplimiento del diezmo, también conocido como ofrenda. Acto seguido, les recuerda que la renta del templo es de 90 mil pesos al mes y si no hay diezmo, no se puede pagar y las puertas del templo se cerrarán. “No lo olviden, nuestra ofrenda muestra la consideración hacia Dios, comprobará nuestra fe a él”.

El servicio dominical concluye con los feligreses ensimismados con su fe y sus creencias. “La fe es la que nos mantiene de pie, así como nosotros pensamos en Dios y le pedimos por nuestra salud y bienestar todos los días, también debemos corresponderle orando y otorgando la ofrenda para mantener viva a nuestra Iglesia”, comenta una señora que lentamente se aleja con sus hijos camino al parque Metropolitano a festejar el cumpleaños del más pequeño.