Recientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador arremetió contra movimientos como el feminismo, el ecologismo o la defensa de los derechos humanos o la protección de los animales. Los acusó de ser creaciones del neoliberalismo para esconder “saqueos” y para evadir los auténticos problemas, como la pobreza
Muchos aseguran que se trata de una cortina de humo más por parte del presidente, e incluso otro capítulo dentro de su narrativa polarizante del país. Lo cual tiene mucho de cierto, pero no es lo único que hay detrás de ello. Para entender por qué al presidente no le gustan estos “nuevos derechos”, tendríamos que explorar incluso la historia de las izquierdas mexicanas.
Me he encontrado con personas que consideran inútil el estudio de la filosofía política y de las ideologías. Dicen que eso ya no existe y se ha difuminado. A mí me parece un error dejar de lado ese análisis de las corrientes del pensamiento político, porque hay casos en los que nos ayudan a comprender las motivaciones de quienes ocupan espacios de decisión pública.
Por eso, aunque nos faltará espacio para realizar un recorrido minucioso y completo, vamos a remontarnos a la historia de las izquierdas en México, para entender un poco la forma de pensar del presidente Andrés Manuel López Obrador
Que por cierto, es necesario señalar también que las izquierdas no son las mismas en todo el mundo. Cada nación adapta estas ideologías políticas a la realidad de cada sociedad y en eso, se han especializado las izquierdas mexicanas, que han sido sui generis. Basta recordar el término “Marxismo Guadalupano”; acuñado por el ingeniero Heberto Castillo quien incluso sustituyó la hoz y el martillo por el nopal y el machete. Esta diversidad de corrientes, algunas más radicales que otras, ha hecho muy complicada su convivencia.
Las izquierdas mexicanas
Las izquierdas, por supuesto que no empiezan en la época de Benito Juárez. En el siglo XIX, mientras que en Europa se discutían las teorías de Carlos Marx, Federico Engels y Mijail Bakunin, respecto a la urgente necesidad de frenar la explotación al proletariado, en nuestro país esas ideas todavía no aterrizaban. En México ni siquiera existía una industrialización que permitiera ese modelo capitalista.
En aquél tiempo, las disputas políticas ideológicas más bien se centraban entre los conservadores y los liberales, lo cual nada tenía que ver con lo que hoy entendemos como derecha e izquierda. De hecho, el liberalismo, tiene más relación con lo que hoy se concibe como derecha.
Es hasta el siglo XX, con el Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, que podemos hablar de un primer gran movimiento inspirado en el pensamiento político de izquierda europeo, aunque no marxista, sino anarquista.
Para efecto de síntesis, después de la Revolución Mexicana, nacieron diversas izquierdas, que a continuación enumero. Por supuesto que al resumir tanto, se incurre en el riesgo de imprecisiones, las cuáles desde ahora anuncio, esperando comprensión.
- Las izquierdas de inspiración Marxista – Leninista, Estalinista como el Partido Comunista Mexicano y posteriormente el Partido Socialista Unificado de México (PSUM); o de ideología Trotskista como el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Incluso hasta nuestros días persiste un partido con programa Maoísta: el Partido del Trabajo (aunque en los hechos ha sido muy pragmático).
- Las izquierdas no institucionalizadas, en las que podemos enumerar a los movimientos populares, urbanos y campesinos no alineados con el PRI; o los movimientos estudiantiles, que nutrieron en 1968 y en 1987 a la izquierda partidista.
- Las izquierdas clandestinas que operaron de manera violenta. Por ejemplo el Partido de los Pobres, en el Estado de Guerrero encabezado por los hermanos Cabañas o la guerrilla urbana de los años 70, en Guadalajara con la Liga 23 de septiembre. Algunos ex guerrilleros que se acogieron a la amnistía, terminaron integrándose a los partidos políticos.
- Los modernos partidos socialdemócratas, cuya agenda no gira en la intervención o el control del Estado en la economía, sino ha estado más enfocada en las libertades individuales y los nuevos derechos que molestan al presidente. El gran ejemplo es Democracia Social, que postuló en el año 2000 a Gilberto Rincón Gallardo.
- Y finalmente, la izquierda suigeneris mexicana, nacida al interior del Partido Revolucionario Institucional, cuyo objetivo era –supuestamente- llevar a la realidad los postulados de la Constitución y de la Revolución Mexicana. En esta corriente que se le conoce como Nacionalismo Revolucionario es en la que se formó Andrés Manuel López Obrador, quien en su juventud, comenzó su andar en el PRI.
AMLO y el Nacionalismo Revolucionario
Aunque los murales de Orozco, Rivera y Siquieros tengan una estética soviética, el Nacionalismo Revolucionario, si bien es una ideología política de izquierda, en realidad no está inspirada ni por el marxismo, y sus derivados. Si bien, aboga por la intervención del Estado en la economía, su énfasis más marcado tiene que ver con la llamada “Justicia Social”, es decir, que los derechos más básicos como la educación y la salud, sean universales y gratuitos como lo marca la Constitución Mexicana. La expresión máxima de este movimiento fue el sexenio de Lázaro Cárdenas, recordado por la expropiación petrolera, por supuesto, pero también por un programa social muy amplio.
Morena, además del instrumento para el triunfo electoral de AMLO, no es un partido marxista, ni chavista. Más bien, se trata de un proyecto cuya base programática busca la restauración de aquel modelo del Nacionalismo Revolucionario que fue desmontado por una tecnocracia neoliberal, la cual además desplazó a los viejos cuadros –algunos de los cuáles se separaron del PRI en 1988 para formar el Frente Democrático Nacional que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas y que evolucionó al PRD.
Cuando digo que Morena no es socialista o comunista, no lo digo como sinónimo de virtud, ni de defecto. Solamente lo especifico para dejar patente de la orientación ideológica de su principal personaje, en función del análisis que pretendo aportar. Por supuesto, y lo digo como paréntesis, que el paraguas de Morena es tan amplio, que también caben algunos cuadros que simpatizan incluso con la Venezuela Bolivariana, pero no son la mayoría. y ahora que hablamos de paraguas amplios, otra cosa distinta es la Cuarta Transformación, que más bien lo podemos explicar como una coalición de fuerzas políticas, donde cabe el PT (ese sí, con perfiles radicales que no caben siquiera en Morena como Fernández Noroña) y hasta el Partido Verde y algunos tránsfugas del PAN y partidos evangélicos como el Encuentro Solidario.
Obviamente, no se han cumplido los anhelos de Justicia Social que el Nacionalismo Revolucionario buscaba concretar. En las palabras de López Obrador es evidente que él percibe a los nuevos derechos como una especie de lujos innecesarios. Es decir, la prioridad es que se cumplan los preceptos más básicos contemplados en la constitución y por los cuales lucharon los próceres revolucionarios. Por supuesto que eso es una visión errónea que ignora los siglos y siglos de dominación patriarcal y la urgencia de frenar la depredación de los recursos naturales. Es también la negación del cambio climático como a mayor amenaza global y por eso preocupa muchísimo.
Los nuevos derechos van más allá de los espectros ideológicos de la derecha o la izquierda. El feminismo y el ecologismo no están petrificados en esa visión obsoleta digna de la guerra fría, sino que se trata de agendas trasversales.
Por supuesto que hay más factores detrás del disgusto de AMLO ante los “nuevos derechos” y seguramente las especialistas en género tienen otras lecturas interesantes. Pero sin duda, este tipo de claves histórico – ideológicas, nos ayudan a entender por qué el presidente ve a estos movimientos progresistas no alineados con ningún partido político como adversarios.
E insisto, más allá de que este sea un enésimo intento por acaparar los focos de los medios de comunicación y la agenda informativa, este tipo de declaraciones de López Obrador son un reflejo de esa formación política en el seno de un Nacionalismo Revolucionario, que hoy el proyecto de la Cuarta Transformación pretende restaurar –para bien, o para mal- en México.