Últimamente, es de llamar la atención la popularidad que ha tomado el juicio de amparo. Al hablar de popularidad no me refiero al uso que suele dársele a esa palabra en lo político (popular, populismo, etcétera), sino a la cada vez mayor presencia que tiene en la discusión de la sociedad con relación, a su vez, al camino que va tomando la nación.

Dada la tecnicidad del amparo, he comentado en este espacio que ni siquiera en el gremio de la abogacía todos los colegas lo tienen incluido dentro de su arsenal jurídico. Definitivamente, muchos abogados no se sienten cómodos cuando su contraparte lleva la contienda al amparo, pues no saben litigar en ese ámbito de la defensa jurídica.

En cambio, hay otros que se sienten como pez en el agua cuando acuden a los tribunales federales para buscar la protección constitucional.

Recuerdo con claridad uno de ellos, veterano, que hace algunos años compartió conmigo: “No me importa si pierdo en primera instancia. Tampoco me importa si pierdo en apelación (segunda instancia). En el amparo me los ch…”. Y así era.

Esa misma tecnicidad ha hecho, por años, que el amparo sea un servicio que se cobra muy bien. Algunos podrán decir que ello es abusivo, pero otros dirán que es libertad de trabajo y el cliente goza de libertad para decidir si accede a pagar por el servicio. En fin. Cada quien. Hay situaciones en que las visiones maniqueas no abonan a la discusión.

Si bien es de llamar la atención que no todos los licenciados en derecho hacen un uso efectivo del amparo para defender a sus clientes, aún es más interesante que fuera del gremio crece el interés por dicho juicio.

Hasta este momento, es ya abultada la serie de reformas legales violatorias de la Constitución, sin duda, que la presente legislatura federal ha aprobado. Y, entonces, surge en la discusión el juicio de amparo como el remedio urgente contra toda esa barbarie constitucional.

He visto que algunos abogados en lo individual o hasta colectivos, han puesto a disposición en forma gratuita demandas de amparo tipo, es decir, machotes que cualquier ciudadano puede utilizar con la sola exigencia de modificarlo con sus datos.

Por ejemplo, derivado de la reciente reforma que nos exige entregar a las empresas de telefonía celular nuestros datos biométricos, la Red en Defensa de los Derechos Digitales se encuentra preparando una plataforma para apoyar, en forma gratuita, a quien desee interponer un amparo contra dicha reforma.

Desconozco hasta donde alcanzará el apoyo que se brindará a las personas que elijan esta opción porque la presentación de la demanda es sólo el inicio, y todos los interesados deberán estar al pendiente de la tramitación y de las muy probables vicisitudes del juicio.

Por mi parte, me da gusto que las personas se estén involucrando más y muestren su curiosidad por el juicio de amparo, independientemente de su ocupación. México no se caracteriza por una cultura de prevención de los problemas, de tal suerte que es una buena noticia que dentro de la sociedad crezca la conciencia de que el amparo es el medio más eficaz para combatir el exceso del poder público hacia el ciudadano.

 

 

* El autor es licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente ejerce en el Poder Judicial de la Federación. También ha prestado sus servicios al INAI y a la SEGOB, entre otras instituciones.