​​Apareció después de cinco días. Y digo apareció por lo fantasmagórico de la escena: en atuendo oscuro, mostrando en su mano derecha lo que aparentan ser rastros de una canalización intravenosa, en pasillos del Palacio Nacional que, me imagino, debe tener algunos rincones lúgubres según la hora y la iluminación. También lo digo por el aspecto del protagonista.

A lo largo de los cinco días que nada se supo de la salud del titular del Ejecutivo Federal, fue poco lo novedoso que se comentó.

Sus peores adversarios políticos aportaron un gran caudal de lo mismo, palabras más, palabras menos: “le deseo pronta recuperación”, “no son momentos de aprovechar la enfermedad del presidente para atacarle”, “por el bien de nuestro país lo mejor es que se recupere en su totalidad”.

Apariencia de bondad, pues, ya que se acercan las elecciones. En México es más apreciado ser “políticamente correcto” que ser auténtico.

Otros optaron por tratar de hacernos ver la “crisis” en que entraríamos en caso de que algo malo le ocurriera al Presidente. Y yo que pensaba que ya estábamos en una grave crisis sanitaria, de seguridad y económica desde hace buen tiempo.

Los analistas gastaron buena tinta en llenar párrafos y párrafos, y transmitieron varias horas debatiendo un tema que ya nada tiene de debatible: si la salud del mandatario debe convertirse en un asunto público.

Según recuerdo, esa pregunta ha sido parte ya, en varias ocasiones, de los múltiples cuestionamientos que se hacen a quienes participan en los procesos de selección para ser comisionados del INAI. Sí, el INAI que, salvo alguna que otra entrevista, ha callado en
forma institucional con respecto a este tema. Sí, una vez más.

Nada nuevo, como usted lo podrá apreciar.

Error es comparar nuestro país con otros que en el ejercicio de transparencia gubernamental nos llevan años luz, al ser un ejemplo cuando se trata de dar a conocer el estado de salud de sus gobernantes.

Entonces, bajo ese criterio, pareciera que sí merecemos un derecho de acceso a la información de segunda, porque son múltiples los aspectos en que estamos muy por debajo en comparación con países desarrollados.

Y luego vienen las clases de historia. Primero nacional: cuando se rumoraba que Enrique Peña Nieto padecía cáncer o cuando Vicente Fox tuvo que ser atendido. Luego universal: cuando Ronald Reagan sufrió el atentado, etcétera.

Tristemente, pareciera que el público (es decir, nosotros los mexicanos) no se acostumbra a exigir mayor transparencia porque le brinda mayor espectáculo la opacidad, el sigilo y el oscurantismo.

Finalmente, esa opacidad con respecto a la salud del presidente dio mucho de qué especular durante cinco largos días. Y la repentina aparición del pasado viernes, lejos de ser un ejercicio de transparencia, pareciera más un montaje, sin saber exactamente para qué.

No se descarta que sí padezca Covid-19, pero tampoco se puede tener seguridad con motivo de la forma en que se ha conducido el asunto. No podría creer que contemos con treinta y tres leyes de transparencia para terminar confiando únicamente en dichos de la clase gobernante y videos editados.

De tanta información que circuló, no recuerdo si leí o escuché que, en casos como el de la salud del presidente, debería estar legislado expresamente que constituye un asunto público.

Cuando las legislaciones pretenden ser tan casuísticas, basta un pequeño recoveco para dar lugar a las excepciones que “salvan” a la autoridad de cumplir con ese casuismo. Los legisladores mexicanos y muchos de asesores son doctos en ello.

No obstante, aun cuando no se prevé expresamente, la Ley General de Transparencia dispuso el test de interés público justamente para determinar si cierta información, a pesar de contar con la característica de confidencialidad, amerita ser del dominio público, al ser mayor el beneficio que implicaría su divulgación que el que traería mantenerla bajo resguardo.

Es cierto que esa prueba sería aplicable sólo hasta que el organismo garante, en este caso el INAI, conociera del recurso de revisión respectivo.

Es casi seguro que se interponga alguno frente a la muy probable opacidad que Presidencia de la República y/o la Secretaría de Salud seguirán teniendo con respecto al tema.

Pero eso sí, cinco días de espectáculo, a costa de la opacidad, ya fueron cortesía del Ejecutivo Federal. Y los que falten en ese y muchos otros temas de interés para los mexicanos.

 

* El autor es licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente ejerce en el Poder Judicial de la Federación. Ha sido Director de Colaboración y Programas Interinstitucionales con las Entidades Federativas en el INAI y Director de Enlace Legislativo en SETEC, entre otros cargos.