Hace exactamente tres años recibí la invitación para formar parte del equipo de trabajo para el que laboro actualmente, lo cual me llevó a presentar en enero de 2018 mi renuncia al cargo que ocupaba en el INAI para integrarme a ese nuevo y gran equipo desde el 01 de febrero siguiente, y en el que continúo a la fecha.

Desde aquella época me di cuenta del gran organismo garante que se había creado en el texto constitucional, pero que seguía sin desplegar y ejercer los atributos que se le concedieron en la reforma de febrero de 2014.

Algunos años antes de eso, recuerdo que en una de tantas comparecencias que se llevaron a cabo para integrar el primer pleno del INAI, uno de los cuestionamientos (el cual suele repetirse cuando se trata de integrar este tipo de organismos) fue el relativo a cómo haría la candidata o el candidato para ejercer y/o garantizar la autonomía, imparcialidad e independencia del ente al cual aspiraba ingresar.

La persona aspirante contestó, palabras más o menos, que no creía necesario imprimirle algo especial a la función, toda vez que esas características ya le venían al organismo por disposición constitucional.

En el ideal, esa debería ser una respuesta acertada. En la realidad, en México, hace falta mucho más que eso.

En los inicios de este nuevo INAI (antes IFAI), recuerdo también una columna escrita por Roberto Rock a propósito de la elección de su primera presidenta (la columna aún se encuentra disponible dando click aquí ).

En esas líneas, el columnista habló del gran daño que desde su génesis dejó al INAI vulnerable frente a los poderes políticos, primero, derivado de la forma en que fue electo ese primer pleno y, en segundo lugar, por la manera en que fue designada la primera presidenta del organismo garante.

Tres años después de esa designación se nombró al segundo presidente que habría de tener el INAI a quien, en gran parte de su período presidencial, le correspondió lidiar con el actual gobierno federal.

Pareciera que, durante esta etapa de relación con el actual gobierno federal, el mejor comportamiento que encontró el INAI para sobrevivir fue el hacer como si no existiese.

Hace algunas semanas platicaba con un amigo que comparte con un servidor su relación con las materias de transparencia, acceso a la información y combate a la corrupción.

En la plática le comentaba lo difícil que era para mi entender cómo era posible, por ejemplo, que a pesar de que la falta de transparencia en materia de contrataciones públicas fuese una de las notas distintivas del actual gobierno federal, el INAI no hiciera pronunciamiento alguno, justamente tratándose del organismo garante diseñado para garantizar el acceso a la información o, véalo usted en sentido contrario, para combatir la histórica opacidad gubernamental.

La reflexión quedó en ello y el pasado jueves se dio la designación de la comisionada que sería la tercera presidenta del INAI.

Frente a lo anterior, no estoy tan convencido de que la nueva designación para encabezar el INAI pueda abrir una nueva etapa en que el organismo garante deje esa parálisis que, muy probablemente, ha ocasionado el miedo.

¿Miedo a qué? Puede ser a muchas cosas.

Por ejemplo, a perder el cargo y los grandes beneficios que aporta. A una disminución drástica del presupuesto. A ser señalados en una de las famosas conferencias de prensa matutinas. A ser sujeto de una investigación por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera, etcétera.

En tal sentido, puede ser que la designación de una nueva presidenta del INAI implique este cambio en el organismo garante, pero no por el sólo ejercicio de la presidencia, sino por el trabajo que pueda provocar en sus pares en el pleno.

Pensar que el presidente de un órgano colegiado es quien define todo demuestra una total falta de entendimiento de la naturaleza de estos organismos pluricompuestos. La función principal de la presidencia es la representación, mas no la acumulación y ejercicio de facultades omnímodas, aun cuando su exposición mediática es mucho mayor de forma natural.

Veremos hacia donde se dirigirá el INAI estos siguientes tres años en los que, de entrada, se deberá dar la renovación de al menos tres de sus integrantes (dos en abril de 2022 y uno en abril de 2023), por virtud de haber cumplido con el período de su encargo.

Pero, para empezar, veremos si el actual gobierno federal decide o no cumplir su deseo de desaparecer ese organismo, derivado de su bien sabida animadversión y de considerarlo, en sus palabras, como “florero”. Aunque también una parte de mi piensa que, si fuese su prioridad, ya hubiese terminado con el INAI desde hace buen tiempo, así como se ha encargado de destruir en forma veloz mucho a su
paso.

Ya veremos.

* El autor es licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente se desempeña en el Poder Judicial de la Federación. Ha sido Director de Colaboración y Programas Interinstitucionales con las Entidades Federativas en el INAI y Director de Enlace Legislativo en SETEC, entre otros cargos.