Imagina que caminas en la calle y una persona, con cierta pena en los ojos, te detiene para pedirte que la escuche por unos minutos. Él, o ella, te explica, que su bisabuelo, alguna vez cometió una grave afrenta en contra de alguno de tus antecesores. Que se siente avergonzado de lo que hizo su antepasado, que no respalda ese tipo de conducta y que por favor, en nombre de su familia, le aceptes una disculpa.
¿Cómo reaccionarías?
¿Agradecerías ese gesto de elegancia, empatía y diplomacia? ¿Cómo un acto simbólico de reconciliación que tomarías con beneplácito?
¿O le dirías que es absurdo e innecesario y que eso ya no soluciona nada? ¿Qué hay otros temas más importantes en qué enfocarse y por tanto es una disculpa inútil?
La segunda postura es la que está tomando cierto sector de la población al conocerse la carta de Andrés Manuel López Obrador, dirigida al Papa Francisco, en el cual le solicita que El Vaticano –junto a la Monarquía Española y el Estado Mexicano “pedir disculpas a los pueblos originarios que padecieron de las más oprobiosas atrocidades para saquear sus bienes y tierras y someterlos, desde la Conquista de 1521 hasta el pasado reciente”.
Esta petición – muy ad hoc para discutirse hoy, 12 de octubre- ha puesto a pararse de pestañas a varias personas. Algunas de ellas, simpatizantes de la derecha, quienes en diversos períodos ha intentado ensalzar figuras como las de Agustín de Iturbide o Porfirio Díaz para meterlas al “santoral de héroes nacionales”, sobre todo durante los doce años de panismo en la presidencia de la República. Cuando las élites que hoy se sienten desplazadas estaban muy cómodas.
Ahora, el presidente López Obrador , amante de la historia, ha decidido en 2021 celebrar el bicentenario de la Independencia y los 700 años de la Fundación de la Gran Tenochtitlán, programando una serie de actos de perdón y reconciliación con los pueblos originarios debido a la sistemática opresión que han sufrido. En este contexto AMLO ha solicitado a El Vaticano y reiterado a España, la solicitud de este mea culpa.
“¡Pero ni España, ni México existían en esa época de la conquista!”, gritan en el ágora público de las redes sociales los opositores a la propuesta.
Precisamente por eso, porque no existían, la Monarquía Española y el Estado Mexicano, son los que podrían emitir esta disculpa como sucesores de aquel legado sangriento. Ser herederos involuntarios de los malos actos, si bien nos exime de culpa, no nos permite ser indolentes ni insensibles.
Además quienes dicen que no debe haber disculpa porque México y España no existían, se contradicen con El Vaticano, porque ese si existía. Entonces en la lógica de quienes se escandalizan entonces no debería haber problema con que la Iglesia Romana asuma este acto de contricción de forma institucional.
La disculpa no tiene que ver con que hayan existido las naciones o no en aquella época. Tienen que ver con que existieron las afrentas y se tiene que dejar claro que los sucesores institucionales son sensibles y solidarios con los pueblos originarios, y pintar una raya entre las ignominiosas matanzas, saqueos y oprobios y la discriminación sistemática.
¿Qué una disculpa ya no soluciona nada de lo que ocurrió? También es cierto. Pero eso no le quita lo potente a estos simbolismos que me parecen adecuados para inaugurar una nueva era de esperanza, concordia y revalorización del orgullo indígena.
De las tres disculpas, sin duda, la más importante es la del Estado Mexicano, que ha tolerado y perpetuado la miseria y la discriminación de los pueblos originarios durante el Siglo XIX, el XX y lo que va del XXI.
Y en esto sí hay que ser muy enfáticos: esta disculpa pública debe de ir acompañada de acciones concretas y afirmativas para frenar la sistemática discriminación y el abandono hacia nuestros pueblos originarios.
Pasar de la retórica y la estética a la acción. No perder de vista el objetivo de abatir esa deuda histórica del Estado Mexicano y respetar la dignidad y autodeterminación de estas comunidades.
De lo contrario, todo quedaría en una utilización histriónica de los pueblos originarios o en una resurrección de las prácticas paternalistas del “indigenismo oficial” tan característico durante el nacionalismo revolucionario.
Colofón
Por cierto, a quienes se desgarran las vestiduras con la petición a El Vaticano, les recuerdo que el Papa Francisco ya ha pedido perdón por los crímenes de la Iglesia Católica durante la conquista de América. Señal que la idea no es tan mala. Da click aquí para acceder a la nota.