La decisión del gobierno federal de incorporar a personal militar y de la marina en la administración de las 49 aduanas del país ha caído como balde de agua fría al sector dedicado al comercio internacional en México.

Este fin de semana, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, indicó que la estrategia está enfocada en combatir la corrupción que se genera en estos puestos de revisión y recaudación, tal como lo ha mencionado desde el inicio de su administración, sin que hasta ahora se haya presentado un plan concreto de solución. En pocas palabras no confía ni en sus propios funcionarios de la 4T.

Por tal motivo, será el Ejército, la Marina, y en menor grado, la Fuerza Aérea, quienes asumirán una nueva labor, la de ser agentes aduanales, de vigilar todo lo que pasa por los puertos marítimos y aduanas fronterizas.

Hagamos un recuento de los deberes y obligaciones que el presidente ha encargado a las fuerzas armadas, siendo que él, era el candidato presidencial, que más estaba en contra de que el ejército estuviese en las calles de nuestro país.

Primero, están las insoslayables labores que confiere la Constitutición como son, salvaguar la soberanía y las instituciones nacionales, de todo peligro externo o interno que amenace con acabar con la vida de la república. De ahí se derivan la preparación de las fuerzas armadas para enfrentar conflictos de guerra irregular, ahora presentes con las fuerzas del narcotráfico.

Segundo, se añade la protección del territorio para regular la migración ilegal, lo que ha sido meta principal de la Guardia Nacional para aumentar la policía Trump-iana de reducción de migrantes.

Pero recordemos más tareas, la tercera encomienda es la construcción del aeropuerto de Santa Lucia, que será una vez terminado, operado por el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos. Es decir, controlarán todo el tráfico y la seguridad operacional de la aviación.

Adicionalmente, como cuarta tarea, se les obligó a apoyar a la Guardia Nacional, a través del decreto que fue emitido desde el 26 de marzo del 2019, en el que se establece que el Ejército y la Marina apoyarán el trabajo de dicha instancia en materia de seguridad pública, por un plazo de cinco años, hasta que la nueva corporación pueda desarrollar “su propia estructura, capacidad e implementación territorial.”

Como quinta tarea, es la de construir los cuarteles de la Guardia Nacional.

Como sexta obligación es la construcción de 1,300 Bancos del Bienestar, mismos que deberán instalar en todo el país. (Cabe precisar que el Ejército, actualmente administra el banco Banjercito).

Séptimo, tanto la Marina como Ejército, pueden ser convocados a labores de emergencia nacional en caso de desastres, de pandemias como el COVID-19. Todo esto, a través del Plan DNIII de auxilio a la población civil.

La octava encomienda, es apoyar la seguridad de los próximos procesos electorales del año 2021.

Como novena asignatura es la de participar en la construcción del Tren Maya... Bueno, para acabar pronto, les toca hasta el reparto de los libros de texto gratuito en las escuelas públicas del país.

Ningún ejército del mundo, puede presumir un perfil tan amplio, una vocación tan fecunda y diversa para atender todo lo que se le ocurre al presidente, su capacidad de cumplir órdenes rebasa al mismísimo genio de la lámpara maravillosa.

Quién lo hubiera pensado, el eterno candidato Andrés Manuel, ahora presidente de México, los tildaba de asesinos y represores del pueblo. Ahora son sus incondicionales e indispensables impulsores de la 4T.

Hay que resaltar que el substituir a los funcionarios federales, escogidos por el propio AMLO, y en su lugar, poner a gente de las Fuerzas Armadas, implica un fracaso de corrupción de Horacio Duarte, titular de aduanas.

Decisión controversial, la anunciada en Colima ante la visita de la aduana de Manzanillo este fin de semana, ya que el presidente está colocando a las Fuerzas Armadas en un rol muy riesgoso. Ahora, enfrentarán la corrupción, el soborno, el tráfico de influencias, y serán quiénes impidan el tráfico de drogas, así como de armas.

De facto, AMLO nos coloca en un estado militar, con un gobierno endeudado, con una crisis abismal de la económica, una pandemia descontrolada, y su solución, es depositar la confianza en el instituto armado.

Qué favor tan extraño, que predilección tan desesperada, que invocación tan riesgosa, que sólo se le pudo ocurrir a quién en forma irresponsable, maneja a este país. Ha provocado que el Ejército vacié sus cuarteles asumiendo mil tareas.

¿Será acaso un insospechado paso a la dictadura militar, con los pretorianos camuflados o vestidos de verde olivo, aliados del emperador que despacha en Palacio Nacional?

¡Que paradoja kafkiana, partir de la revolución democrática de izquierda para entrar de facto en un mundo militarizado!

Eso no fue lo que prometió en campaña, cuando recorría el país de esquina en esquina, anunciando un paraíso populista en el que, desde el primer día de su gobierno, erradicaría por completo la corrupción y la violencia.