Por: Edgar Olivares González |

En la pasa edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), el exlíder de los Autodefensas de Tepalcatepec, Michoacán, el doctor José Manuel Mireles Valverde, soltó una frase que quedó grabada en mi cerebro: “Todos somos autodefensas”, y explicaba que no necesitábamos tomar las armas para combatir grupos criminales ni formar parte de un grupo armado, sino que simplemente con el hecho de poner cámaras de videovigilancia, rejas en las cocheras de las casas, reforzamiento de las puertas de nuestros hogares, enrejados para los coches y una serie de estrategias de seguridad, nos convertíamos en autodefensas de la inseguridad que vive el país. 

Esta frase la recordé ayer platicando con dos urbanistas reconocidos de Jalisco sobre el tema de los cotos y los fraccionamientos, que son una especie de islas en la metrópoli, y que siguen proliferando principalmente por la idea que tiene la gente de que son más seguros y de que es necesario vivir en estas burbujas para desvincularse del resto de la ciudad y del espacio público.

Sostienen que es necesario que las autoridades generen las condiciones para que los ciudadanos convivan, para que los vialidades públicas no sean cortadas con casetas y plumas de seguridad – en el mejor de los casos – o por puertas con sensores y controles especiales para abrir solo a quienes viven en un determinado coto o fraccionamiento.

Lo ideal en la ciudad es que todos tengamos derecho a esos espacios, que vivamos conectados y en armonía, pero lo cierto es que ante el alto índice de robos a casa habitación, asaltos, robo de vehículos y otros delitos que están aquejando a los ciudadanos, comprar una casa en un coto resulta tan atractivo para quien lo puede hacer, que cae redondito en lo que además es un extraordinario argumento de venta y diferenciador para una empresa inmobiliaria: mientras estés en tu casa (aislado y desconectado del resto de la urbe) estarás SEGURO y vivirás TRANQUILO.

Vivimos en una ciudad llena de muros, que dividen colonias, pero también clases sociales y servicios públicos y que, en realidad, solo ciertas clases pueden acceder a este tipo de vivienda, lo que también genera que la gente de escasos recursos, cada vez abandone más sus colonias, para convertirse en habitantes lejanos, que encuentran en las periferias su única opción para vivir, con lo que esto representa para una mala calidad de vida.

Pensar la ciudad rumbo a los 500 años es muy importante, pero si no hay una estrategia clara para terminar con la inseguridad y garantizar una mejor convivencia entre los ciudadanos, los muros seguirán construyéndose y seremos muchas ciudades en una sola.

Gracias y hasta la próxima