- Columna de opinión.
- Escrita por: Oscar Miguel Rivera Hernández.
La educación en Jalisco atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia reciente. A pocas semanas de que Pablo Lemus asuma la gubernatura, la designación del próximo secretario de Educación sigue siendo un misterio, aunque los rumores señalan que podría continuar Juan Carlos Flores Miramontes, el actual titular. Esta posibilidad ha generado una mezcla de indignación y resignación entre el magisterio, que no olvida los problemas que han marcado la gestión educativa del gobierno saliente de Enrique Alfaro Ramírez.
El gobernador saliente busca blindar, mediante una iniciativa legislativa, los programas impulsados en el marco del proyecto Recrea, un modelo educativo que ha privilegiado la intromisión de la iniciativa privada sobre las necesidades reales del sistema educativo público. Detrás de la aparente intención de proteger avances en educación, se esconden intereses económicos que han transformado la enseñanza en un negocio lucrativo para algunos, mientras las escuelas públicas enfrentan problemas estructurales graves.
Uno de los aspectos más vergonzosos de la gestión educativa en Jalisco es el estado deplorable de la infraestructura escolar. Hay casos documentados de escuelas que llevan más de dos años en procesos de reparación o reconstrucción, con presupuestos que no alcanzan para cubrir las necesidades básicas. En este tiempo, las comunidades educativas han tenido que ingeniárselas para evitar la desaparición de sus matrículas, pues el éxodo de estudiantes a otras instituciones es casi inevitable.
La ironía es dolorosa: cuando finalmente las autoridades entregan lo que se supone es una “nueva escuela”, esta está lejos de ser nueva. La reutilización de materiales de construcción de dudosa calidad deja claro que las prioridades no están puestas en garantizar espacios dignos y seguros para los estudiantes. Es como si las escuelas fueran hechas para “cumplir”, pero no para servir realmente a la comunidad educativa.
La negligencia en infraestructura no solo afecta la educación de los niños y jóvenes, sino que también evidencia una falta de planeación presupuestal y un desinterés por resolver problemas que deberían ser básicos en cualquier administración. Las constantes reasignaciones de recursos y los presupuestos insuficientes reflejan un sistema que no prioriza la educación, sino los intereses de unos cuantos.
La continuidad de Juan Carlos Flores Miramontes al frente de la Secretaría de Educación es impulsada por diversos grupos con intereses particulares. Por un lado, el gobernador saliente insiste en mantener a Flores Miramontes como muestra de los “buenos resultados” del proyecto Recrea. Por otro, las secciones sindicales del SNTE buscan un secretario “a modo”, que responda más a los intereses de los dirigentes sindicales que a las necesidades de los estudiantes.
A esto se suman los sectores conservadores que pretenden mantener un control ideológico en los contenidos educativos, promoviendo la inclusión de valores religiosos en las escuelas, y la Universidad de Guadalajara, que busca ampliar su influencia en la educación básica para reforzar su poder político. Con todos estos intereses en juego, la educación de calidad parece quedar relegada a un segundo plano.
Enrique Alfaro se ha encargado de presumir que el modelo educativo de Jalisco es “el mejor de México”, una afirmación que suena más a una estrategia de marketing que a una realidad tangible. Basta con analizar la situación para desmontar este discurso:
- Problemas de pago: Los docentes enfrentan constantes demoras en sus sueldos y prestaciones.
- Déficit de personal: Muchas escuelas carecen de plantillas completas, lo que sobrecarga al personal existente.
- Infraestructura insuficiente: Regiones como Tlajomulco y el norte de Zapopan sufren de saturación de grupos debido a la falta de escuelas y aulas adecuadas.
- Programas ineficientes: Las tablets y computadoras entregadas a docentes y estudiantes son de baja calidad y a sobreprecio, mientras la “Red Jalisco” no cumple con las necesidades de conectividad, obligando a las escuelas a contratar servicios privados de internet.
- Burocratización del trabajo docente: Los procesos administrativos entorpecen la labor educativa, y las normativas, como la obligatoriedad de pasar a todos los alumnos, contribuyen al deterioro del sistema.
En este contexto, la frase de que el modelo educativo de Jalisco es “el mejor de México” no provoca otra cosa que risas sarcásticas entre los maestros que enfrentan estas problemáticas día a día.
Pablo Lemus tiene en sus manos la oportunidad de romper con este ciclo de simulaciones e intereses oscuros. Sin embargo, su trayectoria como empresario y su cercanía con la iniciativa privada generan dudas sobre su compromiso con una educación pública de calidad. Si bien es menos confrontativo que Alfaro, su capacidad de negociación y su inclinación a privilegiar intereses económicos podrían ser un obstáculo para el cambio que el sistema educativo de Jalisco necesita desesperadamente.
El nuevo secretario o secretaria de Educación debe ser alguien que comprenda las necesidades reales de las escuelas y que tenga experiencia en el manejo eficiente de los programas educativos. Idealmente, debería ser alguien proveniente del magisterio, con la sensibilidad para atender los problemas de raíz y con la capacidad de tomar decisiones que beneficien a la mayoría, no solo a unos cuantos.
Es momento de que la educación de Jalisco deje de estar en manos de intereses políticos y económicos. Los estudiantes, docentes y familias merecen un sistema que garantice escuelas funcionales, infraestructura digna y programas educativos que realmente contribuyan al desarrollo de la sociedad.
La educación no debe ser una moneda de cambio ni un negocio; debe ser un derecho garantizado y una prioridad en la agenda de cualquier gobierno. Esperemos que Pablo Lemus lo entienda y que, en lugar de continuar con la línea de su antecesor, tome decisiones que realmente beneficien a las futuras generaciones. Por el bien de Jalisco, que esta vez el secretario de Educación no sea elegido al azar o por conveniencia, sino por competencia y compromiso con la educación.