Por Montserrat Martínez*
Durante este mes de noviembre de 2021, México presidió el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con una agenda que denota el liderazgo del llamado “sur-global” sobre la visión integral y transformadora bajo la cual debe de abordarse la Seguridad y la Paz Internacional.
Tres eventos esenciales definieron su agenda y el discurso: La desigualdad y la exclusión como causa de los conflictos armados en el mundo y como amenaza a la seguridad internacional; la Diplomacia preventiva como herramienta para la cooperación y el desarrollo, desafiando la postura tradicional de imponer sanciones y castigos; y el Tráfico y Desvío de armas de fuego como dinámica que perpetúa el sufrimiento humano, rompiendo el tejido social, propiciando la violencia y enfatizando el riesgo de poblaciones que ya se habían puesto en condiciones de vulnerabilidad.
No resalta fácilmente el por qué una temática tan específica como el tráfico de armas pequeñas y ligeras fuera aprobada por los miembros del Consejo de Seguridad y, mucho menos, que fuera uno de los eventos insignia en el programa propuesto por México durante su candidatura.
Resulta ser que los flujos de armas de fuego son mucho más que solo la venta de artefactos riesgosos entre países, o más aún, de actividades de la delincuencia organizada. El ciclo de vida útil y descontrolado de las armas de fuego, sus partes, componentes y municiones suponen un peligro para aquellas sociedades en las que ya hay exclusión y desigualdad, puesto que las asimetrías de poder podrán evidenciarse al momento de obligar a otras personas a realizar conductas de manera forzada: la migración, la violencia contra las mujeres, niños, niñas y adolescentes, contra población LGBTTTIQA+, contra las personas adultas mayores, contra las minorías étnicas, contra las personas con discapacidad, las personas periodistas y las que se dedican a la defensa de derechos humanos son algunas de las poblaciones que ya han sido expuestas a circunstancias que les impiden desarrollarse libremente en su cotidianidad. ¿Qué sucede entonces cuando esa cotidianidad también presenta una amenaza inminente de perder la vida, porque el contexto en el que se encuentran está plagado de la presencia de armas de fuego?
En ello reside la pertinencia de la intervención del Canciller mexicano durante la última sesión pública del Consejo de Seguridad en noviembre de 2021: la presencia de armas de fuego no está únicamente ligada a la existencia de conflictos armados internacionales o no internacionales en el mundo. No, su presencia está ligada a la prevalencia de múltiples violencias, las cuales podemos estar en disposición de exacerbar o conservar a través del uso de armas de fuego.
Esa es la razón por la cual México hizo énfasis en la diversidad de instrumentos y herramientas que existen dentro del régimen internacional de control de armas. Sin embargo, el pronunciamiento de la buena voluntad no es suficiente si nos olvidamos de articularles y de buscar acciones concretas para entender cómo podemos aterrizarlas para mitigar los daños al grueso de la población civil. No se trata de una pelea de personas “malas contra buenas”, sino de intentar mejorar desde el centro de nuestras sociedades.
Que México sumara las participaciones de órganos no gubernamentales especializados, así como de la representación de una importante coalición de organizaciones de la sociedad civil nos da un mensaje claro: se necesitan sinergias y una mirada integral con múltiples aristas, porque hay más de una sola verdad, hay un conjunto de realidades en el mundo y, muchas veces, se pierden de vista.
Sí, el control de armas de fuego requiere del trabajo comunitario y la participación de múltiples agentes privados y gubernamentales, precisa de transparentar información y compartir experiencias sobre desafíos y éxitos, necesita parámetros claros para medir e identificar qué está sucediendo y exige acción para llevar a nuestras sociedades hacia el desarrollo sostenible.
Poner en relieve nuestras diferencias, pero también los objetivos comunes que compartimos fue un gran acierto de la presidencia mexicana en el Consejo de Seguridad para trazar un plan comprehensivo hacia dónde queremos caminar como mundo.
*Montserrat Martínez es estudiante del Doctorado en Política Pública en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tec de Monterrey. Es especialista en derechos humanos y control de armas de fuego. Miembro del Forum on the Arms Trade y responsable de proyectos sobre control de armas en la organización de la sociedad civil Global Thought Mx.