Una de las razones más valiosas para dar a los temas electorales únicamente la relevancia que merecen, es que la opinión ciudadana se agota al emitir el voto.

Todo lo inmediato como son los conteos, las declaratorias y las impugnaciones, ya no son instancias que impliquen la tremenda movilización colectiva propia de la jornada electoral, en donde usted y yo somos quienes llevamos el papel protagónico, pues justamente para desahogar lo posterior están los robustos procedimientos e instituciones constitucional y legalmente previstos.

Otro factor que puede contribuir a ese necesario desapego es lo inversamente proporcional que suelen ser el interés que los ciudadanos muestran por uno o varios candidatos (para apoyarlos o rechazarlos) y el interés que los candidatos mostrarán por usted, especialmente si resultaron vencedores.

No es broma.

Dice un célebre comentarista mexicano de beisbol que “después del partido sólo queda la frialdad de los números”. Y así sucede con las elecciones.

Con un mínimo de situaciones aún en disputa, la realidad es que el asunto electoral se encuentra prácticamente resuelto a los pocos días de celebrados los comicios, mientras que los problemas de México ahí siguen, desde los que involucran a la colonia, sector o municipalidad en la que residimos, como aquellos que afectan a toda una generalidad en el país.

La constante en México es que la participación ciudadana, lejos de resolver estas problemáticas, tiene que trasladarse de la casilla electoral a la oficina pública, ahora para vigilar la actuación de las autoridades electas y su equipo de trabajo.

Es cierto que las elecciones marcan el inicio de nuevas etapas. En el caso de las intermedias, como las que acabamos de pasar, se abre una carrera por la sucesión presidencial, lo cual atrae mucha atención durante los siguientes tres años. En el caso de las elecciones presidenciales, la atención se centra en el rumbo que en los primeros meses trace el gobierno entrante.

Sin embargo, en ninguno de los dos casos se trata ya del proceso electoral, que ya de por sí es largo. Desde luego, aparecen en la discusión temáticas muy interesantes con el saldo que deja una elección, como el comportamiento de los electores (que de predecible tiene nada), y algunas otras más.

Pero ello no debe distraernos de lo que sigue que, en un país como el nuestro en el que la cultura de la transparencia y de rendición de cuentas se resiste a permear en la clase gobernante, debe ser un constante escrutinio de la forma en que están ejerciendo el poder aquellas y aquellos a quienes les dimos nuestro valioso voto.

No obstante, ello no es para desanimarnos, sino más bien para continuar forjando una verdadera ciudadanía, involucrada en la agenda pública. Para no creer que con los resultados de la elección ya quedó decidido todo.

Las elecciones son sólo una pequeña parte de lo que implica comportarse como ciudadanas y ciudadanos verdaderamente involucrados.

El autor es licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente ejerce en el Poder Judicial de la Federación. También ha prestado sus servicios al INAI y a la SEGOB, entre otras instituciones.