Por: Ricardo Ortiz Esquivel (imagen: lopezobrador.org)
Nadie ha dicho que empezar un proceso es fácil y menos por querer hacer cambiar la ideología política de un país en cien días. El destino y los mexicanos decidieron apostar por un presidente que ha prometido una cuarta transformación y un cambio desde arriba hasta abajo. La historia y el tiempo se encargarán de juzgar a Andrés Manuel para el resto de su vida.
Cien días son ese tiempo en donde todo mundo quiere dar su opinión o balance en cómo va un sexenio que apenas está naciendo y no tiene un rumbo fijo.
Esos tres dígitos han llegado y al parecer hay muchos errores y no tantos aciertos para empezar una transformación como la que se pretende realizar. Es un Gobierno al cual se le puede decir mucho, criticar y analizar con detenimiento; es interesante ver cómo vamos caminando del neoliberalismo a una mezcla entre una izquierda y derecha maquillada. Se habla mucho sobre la corrupción y se dice que se acabará en este sexenio, pero no hay detenidos por este delito o al menos un ataque que nos lleve a pensar en eso.
Cancelar proyectos importantes, quitar recursos a programas sociales o a las organizaciones civiles han sido un escándalo que ha estado marcando al presidente, pero al parecer, es “para combatir a la corrupción” y buscar nuevos horizontes.
Al cancelarlos se dan a conocer nuevos proyectos que son del sello presidencial y no sabemos si vayan a ser tan buenos como tanto se presumen día a día. Vemos enjuiciamientos a expresidentes, políticos, prensa, ONGs y personas físicas; pero no sabemos si exista alguna investigación o delito que soporte las afirmaciones del mismo Andrés Manuel.
Vamos del NAIM al aeropuerto “ganso” de Santa Lucía, vamos apostando por energías que dañan al medio ambiente y son más costosas, queremos construir refinerías y termoeléctricas en donde no hay estudios programados de construcción o tan siquiera si son lo que la gente está pidiendo. Se está combatiendo al huachicol y al robo de gasolina, se promete que bajaran los combustibles pero vemos otra cosa.
Se habla de no mentir y cero corrupción, pero en las declaraciones patrimoniales hemos visto otras cosas, en las dependencias federales se está acomodando a la gente que es amiga de Morena o del presidente. Tenemos a un ingeniero agrónomo en la Dirección General de Pemex y a otros secretarios que a cien días pareciera que no son dignos de tener un puesto federal (ustedes mismos juzguen).
Se hablaba de “abrazos no balazos” hasta el 1 de diciembre, pero la formula no ha podido funcionar y vemos un incremento en la inseguridad en todo México.
La Guardia Nacional se debatió en el Congreso de la Unión y ganó el mando civil, no militar.
El mismo presidente se ha dado cuenta que la sociedad mexicana está podrida, pero debe decir “el pueblo es bueno y sabio” para hacer populismo y ganar votos. La realidad es otra.
Los programas sociales llevan el tatuaje de Morena y los colores de la ideología de ese mismo partido. Se les dará dinero a los huachicoleros para no seguir robando, se regalará dinero a los indocumentados, se apoyará a los discapacitados, personas de la tercera edad y jóvenes que buscan trabajar.
Dichos programas en su mayoría van a todas esas personas que poco o en nada contribuyen al país, pareciera que volvemos a las épocas de Solidaridad con Salinas de Gortari. Otros apoyos irán al campo, la pesca, sector agrícola o lechero. Ya veremos en que acaba todo eso, ojalá no sea lo que se vivió con Echeverría o JoLoPo.
La política exterior va de la mano con el artículo 89 de la Constitución y la palabra sabia de AMLO, pues se respetará la soberanía y a los pueblos en su toma de decisiones. ¿Será siempre así o solamente cuando le conviene?
En temas económicos se debe mejorar y analizar las vías que puedan dar un crecimiento “real” al país, pues de esto dependerán las calificaciones, inflación, consumismo, entrada y fugas de capitales. Menos criticar o juzgar, y mejor ponerse a trabajar.
La boca del presidente es la que ha movido a la política, economía, seguridad y cualquier tema nacional. Cien días de novatez e inmadurez gubernamental; se necesitarán muchos esfuerzos para dar otra imagen al critico o al detractor, pero todo esto llevará su tiempo.
La popularidad del presidente es importante y convincente, pues los números arrojan desde el 67% hasta un 80%.
Algunos lo reprueban, pero en general, la gente confía en el proyecto de AMLO. Cien días se fueron, esto es lo que tenemos. ¿Qué vendrá para el futuro?